Clara se presentaba a la llamada de Esteban. El susurraba: “Clara, Clarísima…” Clara acudía cuando Esteban iba perdiendo la rabia que le atormentó durante toda su existencia

Cuando la vislumbra se va dejando caer complacido en la paz que ella le lleva. Paz que ésta posee en su mirada. Acariciando y besando su mano dulcemente trató de acompañarlo en el viaje, para que no tuviera miedo a lo desconocido. Lo desconocido es algo dentro de nosotros que no tiene nada que ver con la realidad.

Qué despiadado es el momento del adiós de un ser querido

 Qué emociones se convocan en tu cuerpo. Se percibe un viento en la nuca que te susurra: ¡Ayúdale, dale paz, confórtalo! Un viento que te hace avanzar pero también retroceder y provoca remolinos de llanto y hay momentos iluminadores que te traen todos los recuerdos que has vivido con la persona que se va.

Un continuo bombardeo de construcciones mentales hasta que queda un silencio hecho de cien silencios. . La muerte nos espera a todos y no se puede evitar.

Esteban ha cumplido con su deber en la tierra. Corrigiendo todos los errores que cometió.

El había puesto fin a sus obligaciones, encontrando el camino correcto y poniendo las bases para que su nieta viviera una existencia feliz. Toda su vida fue un varón dominante en la relación amorosa. También en las relaciones dictatoriales que ejerció Esteban en el ámbito social e ideológico marcaron la evolución en lo afectivo y le hicieron víctima del desapego de su familia.

Solo amó a Clara cuando ella murió. Es entonces cuando accede al mundo de ella.

Ella siempre estuvo llena de lucidez. Fue un espíritu libre. Supo cumplir con el papel tradicional de las mujeres. A pesar de no dirigir la palabra a Esteban por haberla agredido violentamente, lo acompañaba en todos los actos que la necesitaba.

El amor que sienten Ernesto y Clara les permite la superación de lo negativo y perdura en el tiempo a pesar de las dificultades.

Clara y su hija Blanca se refugiaban en la escritura para soportar y aliviar el caos que las rodeaba.

Escribir mejora la vida. Y deja constancia que la vida es cada instante y hay que vivirlo. La escritura da sentido a la vida.

Cuesta mucho llevar al papel todo lo que se siente. Se pasa de cavilar horas y horas en encontrar la palaba exacta para definir el pensamiento que quieres componer en la hoja en blanco a que llega sin más esa idea, y como si se instalara en tu oreja un duendecillo que te está dictando, te regala la palabra y empiezas a escribir.

Clara fue una más de las muchas personas que se evadía escribiendo. Y supo con tenacidad y sabiduría conducir a Ernesto a la calma. No lo desatendió mientras Ernesto se moría feliz, murmurando: Clara, Clarísima…

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