El beso perfecto, (vintage)

El beso perfecto, (vintage)



Al empezar el camino, 

muy lejos del suelo,

estaba el Beso,

bajó para atrapar las brisas,

que confiadas,

se untaban flores.

Las cogía en un descuido

olía el perfume,

y con el suave impulso de sus manos,

las echaba a volar de nuevo.

Anhelaba encontrar el beso; el perfecto, el ideal, ése con el que todos soñamos. Lo buscó largo tiempo y no lo encontró.

Pensó que lo que tendría  que hacer, en vez de buscar ese estallido entre labios y piel, era la boca ideal que engendraría ese beso. Y así comenzó su bregar  para realizar el ansiado sueño.

Empezó por elegir el color y el grosor de los labios. Consultó a los hombres y mujeres más avezados  sobre amores y caricias, para que le dijeran cómo tendrían que ser esos maravillosos  labios, y que de ellos brotara el impecable ósculo. Pero todo fue inútil, cada uno contaba una historia distinta, que en nada lo ayudó.  Y así confundido,  decidió emprender en solitario lo que él pensaba.  

Ni muy gruesos, ni muy finos. Reunió los ingredientes, y se dio cuenta de que había pasado por alto, elementos muy  importantes que acompañaban el beso. A continuación de la boca, las mejillas, los ojos, la mirada, las manos,… Incluso la  intención  del beso.  Era muy difícil lo que él pretendía  hacer, mas no desistió, continuó en su empeño de  realizar  su sueño. Comenzó por las mejillas. Encontró unas que le parecían muy hermosas. En principio no encajaban con el diseño de labios que había previsto.  Escudriñó entre las que guardaba:  mejillas gruesas, finas, claras, oscuras y no halló la que quería para el beso perfecto. Anduvo por muchos lugares buscándolas,  preguntaba a los más ancianos, indagaba entre libros, preguntaba a aquellas personas que creía que podían darle alguna información al respecto; y nadie parecía entender lo que él quería.  Ya agotado,  desistió de su idea, pensó que ese beso con el que soñaba, no había existido nunca, no era real. 

 Entonces, interrumpió sus pensamientos al sentir los pasos de su madre, con su andar breve y pausado, que, arrastrando suavemente las zapatillas por el suelo de madera, se acercaba. En sus manos, traía una taza humeante. La colocó en su mesilla, sonrió,  acercó a él sus labios finos y cansados, fue a su frente, y dejó posar un sencillo beso. Entonces él tomó sus suaves manos y las besó, con unos besos fuertes y cálidos. Apartó sus apuntes. La tomó del brazo y se fueron juntos, en silencio, hacia el jardín, mientras pensaba que el buen beso, no estaba en los labios  ni en su forma o color, estaba simplemente en ti. 

Bajó lentamente hasta  un jardín lleno de flores,

revoloteando  se arañó su piel de grana.

Todo no es beso, dijo una flor,

también espinas. 

Todo no es beso, musitó él,

también heridas.

Al terminar el camino,

en lo alto del mundo,

hay  un Beso callado, 

pensativo, silencioso,

que sonríe otra vez. 




*Música de Dmitri Shostakovich, «Romance»  

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