Entonces así sucederá, la caricia más sublime, más humana, aquella por la que literalmente morimos, camine hacia ella, Sonia hizo lo mismo, todo quedaba atrás, nuestra historia ya no era relevante, el presente era lo importante, la certeza que existimos el uno por el otro, la atracción fue mutua como los planetas al sol, como el mar a la playa, no había resistencia entre nosotros ninguna, solo nos miramos fijos, hemos pasado por tanto pensé y sin embargo estas aquí conmigo, nos paramos frente a frente, no me había percatado que estábamos completamente mojados, la lluvia caía intensa, escuchaba el bullicio de la noche, sus coches, su gente, los pasos y las risas muy lejanas, como si pertenecieran a otro plano existencial.

Nos miramos sin hablar, ya no había dolor en mí, solo una alegría infinita de sentirme vivo, la había visto en cientos de fotos, conocía su voz tan nítida en mis oídos por las muchas platicas que tuvimos, le dije adiós un par de veces, la distancia era insoportable, ella sin embargo se mantuvo firme por los dos, no acepto el adiós me lo dijo ese par de veces que se lo pedí, era optimista siempre me decía que todo iría bien, era dulce como la caricia de un niño, sin embargo yo buscando la lógica a las cosas muchas veces no entendía sus ausencias en nuestras citas concertadas, y cuando podíamos hablar solo le decía que la extrañaba porque no quería perderla, le escribí muchos poemas, historias graciosas, que la verdad no se si las leía por lo menos no todas.

Nos conocimos por casualidad, yo neoyorkino pero de ascendencia mexicana parado en un locutorio esperaba una llamada de larga distancia desde España, por el otro extremo ella radicada en España tenía pendiente una llamada de Argentina, tomamos las cabina equivocadas y hablamos sin conocernos, -¡hola Carlota! me dijo yo no pude aguantar la risa escuchar ese nombre tan peculiar Carlota en ese tono causo una explosión de risa en mí, me disculpe le explique que esperaba la llamada de mi hermano, ninguno de los dos estábamos apurados, esa tarde hablamos mucho, su voz me pareció un canto de pájaros, su dicción era fabulosa concluí que podría escucharla todo el día sin cansarme, quedamos en llamarnos, nuestras citas eran en New York a las 13:00, en España las 19:00 nos enviábamos correspondencia mutuamente con fotos, así nos conocimos pero también nos enamoramos. Ella era viuda con un hijo, yo divorciado con dos, literalmente éramos dos personas solitarias en el mundo, planeamos viajes que por razones diversas no se concretaron.

Creía que nunca la tendría tan cerca como ahora, tome sus manos y la abrase fuertemente, ella se aferró a mi regazo como un moribundo a la vida, me ofreció su boca como la flor al colibrí, el roció de su ojos humedecieron más sus labios, nos besamos con hambre, y sed de besos esperados en tantas noches solitarias, nos besamos con juramentos de amarnos por siempre.

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