La Caja de los Besos

La Caja de los Besos

Saralamusa

24/01/2021

Este sábado como muchos otros días me he mandado besos con mi familia a través del móvil, como viene siendo ya lo habitual desde hace casi un año. Mi sobrino Adrián, que tiene cerca de tres años, se acerca a la pantalla besuqueándola tanto que me cuenta mi pobre hermano que luego se tiene que pasar un buen rato limpiándola.

Hoy, he cogido esos besos que me ha mandado, que nos lanza continuamente cada vez que se los pedimos como si tuviera un arsenal, y al vuelo los he guardado muy fuerte dentro de mi mano para mostrarle a Adrián que me llegan, aunque nunca nos veamos. Y cuando hemos colgado, con la mano aún cerrada, he comprendido lo que realmente tenía entre las manos. Con mucho cuidado los he metido en una caja porque he pensado que si tuviese una llena de besos guardados, cuando me sintiera mal, me podría aferrar a ella muy fuerte y así recordar la gran cantidad de cariño que tengo porque que me lo han dado. Solo con que hubiera empezado hoy, no sabría ya ni los que tendría acumulados. Unos cuantos de mi madre y de nuestra buena amiga Tina, otros de mi hermano, –estoy contando­–, e innumerables de mi marido. Y los que vendrán a lo largo del día. Y otros muchos aplastados contra la pantalla del más pequeño de nuestra casa, que no se me olvidan.

Tener una caja de besos me resulta una idea inaplazable. Porque hay momentos en los que nos agarra la pena negra y nos arrastra porque no somos conscientes realmente del amor que recibimos o hemos recibido a lo largo de nuestra vida a través de todos los besos que nos han dado. Y que era una idea brillante porque en esos malos momentos, me podrían servir de ancla.

Decidido. Hoy he empezado mi colección. A mi ya no me engaña nadie, ni mi propia mente cuando me diga que nada merece la pena, que cómo está todo de mal, y que qué hago yo aquí en un lugar tan siniestro e inhóspito. Tendré a partir de ahora mi caja de los besos bien cerca, porque vengo observando desde hace un tiempo cuando veo la carita de Adrián, que de repente se desenfoca, irreconocible frente a la lente, por unos segundos inidentificable mientras deja uno de sus besos gigantes, que algo me dice muy dentro que eso, eso que hace y que veo a través de mi pantalla pequeña, es muy Grande. Y las cosas Grandes hay que atesorarlas como se merecen porque son muy importantes.

Imaginaré que mi caja es un joyero que no tiene fondo para que me quepan todos los besos que me vengan a partir de este momento y cuando me sienta sola y perdida, la miraré de reojo y sabré que no ha sido en vano, que nada ha sido en vano, que nunca ha sido en vano porque me quieren y me han querido.

Así os lo digo, hacer lo mismo.

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