Durante mi largo trajinar por este mundo decidí buscar una compañía. Elegí compañera a mi propia Nostalgia, pues siempre ha estado conmigo y nunca se me ha separado y ha sido la cuerda de todos mis pasos y el freno para imprudentes aventuras. La empecé a llamar Imaginaria y le otorgué voz para que conversara conmigo y me diera los ánimos que a veces me faltan, los estímulos que siempre necesito y los recuerdos, que son el fundamento de mi presente y la esencia de mi existir. . Debo decir que es una excéntrica compañera con buen talante, discreta y reservada. Con ella repaso las incidencias de todas las etapas de mi vida
Ayer pasé frente a un monumental afiche cinematográfico, que anuncia una película de próxima proyección. Han graficado a los protagonistas besándose apasionadamente, tratando de emular esos besos clásicos como el del famoso Humphrey Bogart y la inolvidable Ingrid Bergman en la legendaria película titulada Casablanca.
Me quedé absorto contemplando el afiche, que me hizo recordar las cinco veces que fui a ver aquella consagrada película, incentivado por la magia y fuerza que se despiertan cuando un adolescente siente los primeros cosquilleos del amor y del sexo.
Imaginaria me observaba indiscretamente y sin rodeos me preguntó: — «¿Recuerdas acaso tu primer beso?» —
— «¡Y, claro que lo recuerdo, Imaginaria! ¡Fue luego de la fiesta rosada de la Pili, cuando me ofrecí a acompañar a Enriqueta hasta su casa! Fuimos caminando por la vereda del estadio. Conversábamos y nos reíamos mucho. Ella me gustaba y yo había decidido declararle mi amor esa misma noche» —.
— «Llegando a las luces de la avenida le pregunté: ¿Que sabor de helado le gusta más?» —
— «¡Helado de guanábana!» — me contestó.
— «¡Pues, entonces yo quiero ser su helado de guanábana!» —
— «¡Bueno!», me dijo sin rodeos, «¡le acepto!» —
— «Y nos cogimos las manos, que nos sudaban a chorros, y seguimos el camino sin hablarnos, pero apretándonos los dedos de vez en cuando, cual secreta e íntima comunicación. Faltando una cuadra para llegar a su casa me dijo: «¡Ahora, me da un beso y se va derechito a su casa!, ¿ok?» —
— «¡Créeme!, Imaginaria, ¡que casi se me cae el mundo!» —
— «¿Y ahora, que hago?» —
— «¡Bueno…terminé cerrando los ojos y estirando mis labios en gesto de beso, me acerqué a su boca y nos topamos los labios un segundo, quizá la microcronometrica mili fracción de un segundo……¡y estalló la bomba dejando vestigios de fuego!» —
— «¡No sabes, Imaginaria, cómo recordaría después y siempre ése mi primer beso!¡Me pareció que se prendieron todas las luces de las galaxias y del universo!» —
— «¡No, compadre!», replicó Imaginaria, «¡no fueron luces! ¡En realidad se prendieron tus apasionadas y adolescentes hormonas derramando una explosión de fuego!» —…
— «¡Fue tal el fuego, Imaginaria, que cincuenta y siete años después sigo aun recordando a Enriqueta y a la ternura de aquel primer beso!» —
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