Take my whole life too

Take my whole life too

Magorayo

18/01/2021

Me encontré mirándole la boca cuando hablaba. Hacía rato se me había vuelto especial el tiempo que pasaba con él. Me sentía entera, a gusto en su presencia. Me hacía sonreír con ganas, y ese solo hecho, lo hacía extraordinario.

De a poco las horas se fueron decantando en la espesura de un sentimiento. Su voz se me hizo indispensable. Esperaba ansiosa los lunes para volver a trabajar y verlo. Pensaba en qué vestir para verme casual, pero atractiva.

La tensión fue creciendo en volumen dentro de mi corazón. No se me ocurría pensar en mis hijos, ni en mi matrimonio. Mi amiga Rita me dijo —Estás enamorada. Sus palabras fueron como un disparo en mi carne. Me llevé las manos al vientre, las junté en un ovillo en mi regazo. Sentí que Rita había extraído de su bolso una fotografía con la evidencia, y me la mostraba

—¿Y ahora qué hago?— dije, o pensé, o ambas cosas en simultáneo. Rita elevó sus hombros, a modo de respuesta – no respuesta.

Fue el último día laborable del año. Él vino hasta mi escritorio, estábamos solos, se acercó, desde el otro lado y se inclinó, ligeramente. —Besame— dijo.

—¿Yo?— pregunté, como si fuera otra, como si la que hubiera arribado a ese desenlace tan deseado fuera una actriz o un alter ego.

Un filo ígneo se abrió paso en el enjambre de mis entrañas, cortándome y cauterizando en un mismo instante. Al separarse nuestros labios supe que en mi humanidad se habían reunido la que era con la que había querido ser.

No sentí culpa, ni alivio. Solo un ardor, un ardor inaudito, como si un bosque se inmolara en una hoguera consciente, deliberada, amarilla y amable. Volví a besarlo alimentándome de esa hojarasca crepitante, ocre, crujiente, necesaria.

Me dejé llevar en los brazos de ese viento zonda, simún, siroco, suyo.

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