Besos que sellan un secreto; que pasan la lengua por el sobre con la carta finalmente escrita. Besos que son de algo más que amor, de “somos las versiones femeninas y masculinas de nuestro género, el género perdido, precipitado y aturdido”. Besos, besos, besos de esos que se dan sólo al final.
Podrían darse las manos, acariciárselas, unirlas hasta formar túneles con cada mitad de sus líneas. Traspasar las líneas y sentir hacerse el amor profundo y secreto con la carne desnuda… de las manos. Pero, no. Un buen final, aunque sea para quienes quedan complacidos por haber comprendido lo que no han sido, requiere un beso, o dos. Uno de amor y otro de valor.
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