HISTORIA DE ANA (madre)

HISTORIA DE ANA (madre)

Miro a Ana, mi madre ya entrada en años, la veo ahora tan vulnerable,
tan sola a pesar que vivo con ella nuevamente, hace un poco más de 7 años. Los
mismos años en que me separe de Mónica la madre de mis hijos, la cual termino
engañándome con otro y obte por irme de regreso a la casa materna.

Miro a madre, no del modo habitual, sino de esas miradas que vienen
cargados de recuerdos vividos con ella y mis hermanas, como cuando yo tenía 11
años, y la acompañaba a la “Parada”, allá por el año 1975, yo el único hombre
de la casa (pues crecimos sin padre).

La Parada es un centro de abastos de productos de chacra, todo Lima
concurría a realizar compras de verduras, legumbres, carnes y demás, sobre todo
venían a abastecerse los restaurantes que encontraban cosas frescas y a buen
precio, mi madre costurera de oficio confeccionaba sostenes personales
exclusivos para mujeres robustas de generosos pechos amplias espaldas y
cinturas gruesas, ellas eran sus clientas habituales en este centro de abastos
a las cuales madre convencía que usar sostenes de las que se venden en las
tiendas comerciales no eran del numero correcto, ocasinando que los senos no se
acomodaran todo lo bien que debieran dentro de las copas y por lo mismo no les
daban formas adecuadas y además les ofrecía agrgaba bolsillos secretos para
guardar los billetes grandes, y las hacía en faja larga con la ventaja que un
sostén de faja larga aprieta y forma mejor la figura femenina, esto convencía a
estas robustas mujeres y madre tenía una buena clientela.

Estas propuestas de madre solían demorar, pues a veces se distraían en
conversaciones largas y banales para mi gusto, no entendía porque tenían que
conversar tanto para vender sostenes, yo parado aburrido bostezando, mirando
todo a mi derredor, gente comprando, vendiendo, preguntando modelos precios,
muchos vendedores de “algodón “ de “zangito”, de “helados”, de “periódicos” de
“platano asado” de “habas sancochadas”, de “choclo sancochado”, de “papa con
huevo” , los carretilleros embrutecidos por la coca que chacchaban pasaban
raudos gritando “permiso” “permiso”, pisando pies a aquellos que no atinaban a
retirarse a tiempo de su camino. Casi siempre las hijas de las clientas de
madre, que tenían mí misma edad me miraban con esa curiosidad propias de la
pubertad yo tan pulcro tan santurrón y bien peinado como me traía madre, me
sonreían coquetamente, yo las miraba de reojo o si no miraba para otro lado,
nunca les hablaba.

Después de la venta, regateo y cobranzas de los sostenes, madre
aprovechaba y compraba víveres para la casa, íbamos a la sección de carnes
luego verduras y terminábamos en la sección menestras, aquí yo le servía de
burro de carga cargando lo que podía y ella también luego regresábamos a casa
completamente cansados.

Madre era para mí en esos años una mujer joven, segura de sí misma de
sus palabras y juicios como contradecirla, lo que ella decía, se hacía sin
cuestionamientos, no era una mujer cariñosa, es decir no de esas mamas que te
colmaban de besos y abrazos, a decir verdad, no tengo recuerdos de ella
haciendo cariños a ninguno de los tres (mis dos hermanas y yo).

Madre nos crio sola, padre se fue al norte del País a Trujillo a
trabajar en una hacienda azucarera y nos abandonó, nunca más regreso, me dejo
de 2 años, el único recuerdo vivido con él fue cuando vino de visita una
madrugada de verano yo tenía ya 5 años, me llevo a la playa me compro una ropa
de baño que lo use hasta los 8, me quedaba ya como calzoncillo de apretado,
madre lo voto.

Antes de irse oficialmente padre le compro a madre una máquina de coser
al crédito y se fue al norte, madre se encargaría de pagar las letras, porque
padre no pago ni una sola, así fue de irresponsable, pero esta historia no es
de él, es de madre.

En medio de nuestras carencias y dificultades económicas madre tenía que
viajar al norte a ver a padre para reclamarle la pensión que él no enviaba, en
una ocasión madre viajo sin avisar, lo encontró de novio con la hija del
capataz de la hacienda, yo iba de su mano, y vi cómo se lo revelaba un obrero,
madre se desencajo, luego ya solos en plaza de armas padre llego con su
Volkswagen (escarabajo), madre me acomodo en la parte de atrás, y subió en el
asiento del copiloto, así pude ver sus gestos al hablar, padre intentando tocarla
y madre esquivando sus manos llorando, luego de un rato padre se despidió, se
fue y nos quedamos madre y yo, regresamos al hotel, madre no dijo nada, nos
sentamos en la cama, madre dijo

algo de veneno que debíamos tomar, yo no entendía pero al verla llorar
supuse que era malo. A pesar de esa pena madre se repuso, tenía mucho amor
propio, regresamos a Lima y nunca más volvió a viajar al norte, madre tuvo que
aceptar su realidad, se aplicó en aprender más de costura, busco trabajo en
talleres del Centro de Lima y traía cortes a casa, era la única forma de no
descuidarnos éramos niños los tres, además no tenía a quien dejarnos
encargados.

Madre no volvió a tener otra relación amorosa, la he visto marchitarse
como una flor ahora con sus 75 años nadie diría como fue en su juventud excepto
yo que la conozco desde que se quedó sola.

En una oportunidad, madre adquirió al crédito un refrigerador Marca
Electrolux, era imponente, la casa comercial que la vendió tenía sus propios
cobradores algunos jubilados que alguna vez trabajaron en la plana
administrativa. Así fue que llego a la casa un septuagenario a cobrar las
letras mensuales de la refrigeradora montado en su impecable “escarabajo”
Volkswagen, en algunas ocasiones madre no tenía el pago, generándose un intercambio
de palabras, en otras madre pagaba completo una o dos cuotas y todo era
cordialidad.

El trato entre madre y el cobrador se hizo mas amistosa, madre era una
tremenda conversadora y lo es hasta ahora, pero creo que el veterano tomo esa
amabilidad como una posibilidad y un día entrado ya en confianza con madre le
revelo que era viudo, sus hijos estaban todos casados y le propuso a madre (que
era una mujer sola) convivir con ella y nosotros, él no quería una vida marital
solo compañía (bueno eso fue lo que le dijo), él le daría una estabilidad
económica hasta que la muerte lo invitara a irse con él, y en vista de la
situación esto seria muy pronto, madre lo rechazo amablemente, no necesitaba
esta situación tenia

las fuerzas y el orgullo para trabajar sin depender de un hombre. Quizás
aquel rechazo quebró el orgullo del anciano cobrador porque después de algunos
meses empezó a venir otro más joven.

Madre a pesar que muchas veces pasamos por momentos de escases
económica, se las arreglaba para darnos alegrías extremas como cuando nos
compró nuestra primera bicicleta Marca Anda de fabricación brasileña y que
nosotros la usábamos en turnos, éramos la envidia del barrio, era la mejor
bicicleta de todas, el asiento llevaba flecos, tenía una bocina, faro y freno
de disco tipo moto, sus llantas eran areneras gruesas con cocadas pronunciadas,
madre nos advertía; la cuidan si no, se quedan sin bicicleta y encima los rajo.

O cuando nos compró una radiola y con ella nos organizaba fiestas en la
casa de cuando en cuando con luces psicodélicas. discos de moda y mucha chicha
morada heladita, en la adolescencia de mi hermana mayor, estábamos, los amigos
de barrio, del colegio, mi mama atenta desde su cuarto, con mi hermana menor y
yo en el bailetón como hermano celoso. Tiempo después madre me confeso que
hacia ese esfuerzo porque entendía que nosotros teníamos derecho a divertirnos
sanamente en nuestra adolescencia como todo muchacho, y que mejor que en
nuestra propia casa.

Ana tenía por costumbre que los Domingos, eran días de limpieza general
de la casa, ese día era fiesta para nosotros,(por los dibujos animados, y por
el almuerzo), los tres nos levantábamos temprano nos apurábamos a tender las
camas doblar la ropa alinear los zapatos, lavar los platos y luego nos
sentábamos frente al televisor desparramados en el suelo (no teníamos muebles
aun) y veíamos “Popeye el marino” y dibujos animados de la “Warner Brothers”,
que los pasaban temprano en la televisión, luego de los dibujos mama apagaba la
TV, el desayuno ya estaba dispuesto sobre la mesa. Luego del desayuno madre
encendía la radio y comenzábamos el día de la limpieza, el barrido trapeado y
encerado del piso así como de la limpieza de las ventanas, las luminarias de
los techos, de estas cosas me encargaba yo, el trabajo de madre y hermanas eran
lavar la ropa sucia que se acumulaba de la semana y cocinar el potaje de los
Domingos, que era como un día de fiesta solo para nosotros, la comida era
inmejorable , “Cabrito a la norteña”, “Frejol con seco”, “Lomo saltado”, “Arroz
con pollo”, “Tallarines rojos”, “Pepián de choclo”, “Patita con maní”, “Cau
cau”, el almuerzo los Domingos casi siempre era a las 03:00 pm aproximadamente.
Rematabamos el dia con el baño de todos, madre nos bañaba por turnos, ella se
bañaba ultima. Ese era el itinerario de todos los domingos.

La Semana Santa para madre era riguroso no se escuchaba música para
nada, solo comíamos bacalao (pescado seco deshilachado) en el almuerzo y
escuchábamos radionovelas de “La vida de Jesús” en la radio, pero era
emocionante, nos imaginábamos todo lo que escuchábamos en la radio lo
proyectábamos en nuestras mentes.

Sin embargo, a pesar de todo Ana impuso una disciplina de cuartel en
nuestra vida, la disciplina era nuestro pan de cada día, los tres le teníamos
ley (por no decir miedo), no podíamos desobedecer, contradecirla, hablar bajito
o mentir, el castigo por ello era la correa, el palo, la manguera, sobre todo
los castigos físicos recaían en mi hermana mayor. Hoy en día madre seria
denunciada por abuso infantil y probablemente le habrían quitado la patria
potestad por lo menos de mi hermana mayor, en quien recaía la mayoría de las
golpizas. Creo que por eso mi hermana se hizo retraída no se casó nunca y murió
joven a los 34 años sin dejar hijos, víctima de una enfermedad penosa. A pesar
de que la casa es grande mi hermana menor se alejó de la casa hoy vive con su
familia en otro distrito de la ciudad.

Hoy día madre se ha refugiado en la biblia y la palabra de Dios, la
encuentro luego del trabajo instalada en un pequeño escritorio en un rincón de
su habitación, iluminada con una pequeña lámpara, leyendo concentrada su
biblia, quizás expiando sus culpas no sé. No le digo nada solo la miro.

A veces me llena de compasión verla anciana con achaques. De cuando en
cuando recuerdo los maltratos infringidos, siento resentimiento por esas
vivencias violentas que ensombrecieron nuestras vidas de niños, pero también
existe recuerdos agradables con esta anciana mujer que es madre hoy.

Ahora en la casa vivimos madre, yo, una perrita, un gato gruñón y dos
periquitos bulleros, hablamos poco en realidad, en la mañana antes de ir al
trabajo y en las tardes cuando regreso, cuando dan las 07:30 pm caliento la
cena y se la llevo a la cama, donde ya está recostada.

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