A sus 72 años Alice mantuvo un interés firme en el ocaso de la vida,en las inquietudes y prioridades de aquellos que un día albergarán sueños y sentimientos propios ¿acaso el declive de sus capacidades por los años vividos los hacían seres de segunda categoría plegados al tiempo y disposición de otros a los que un día sirvieron y protegieron?
Había llegado a la plenitud de sus años dorados, preparada, llena de expetativas, había trabajado duro en su retiro y jubilación, su intensión, armonizar y ser parte afectiva a los que tanto quería, convertirse en un mueble lleno de polvo olvidado en una esquina no estaba planteado, totalmente independiente, dueña de su existencia.
Había comprado la casita de sus sueños, hermosa en las afueras de la ciudad con la intención de apoyar a su familia sin inmiscuirse en sus decisiones, dispuesta a vivir esa nueva etapa y dar paso a sus sueños sin cumplir.
Se miró al espejo, solo algunas cicatrices marcadas por los años, orgullosa de sus logros, de carácter fuerte bien definido, temores y dudas no eran parte de su existencia. Era su momento
Todo parecía estar asegurado, dos hijos, tres nietas, una comunidad segura tranquila, solo esperaba ese descanso y disfrute que todos esperan en ese atardecer de sus dias. Nada pudiera ir mal; sin embargo, el mañana es un personaje descocido para todos, cuando toca a la puerta; ya es el hoy.
Cambios inesperados acudirían a su vida sin permiso; el inicio de una gran crisis economica, política, social nunca esperada y vivida la peor contada de la historia de su pais, hasta ese momento engalanado de oro, riquezas, cuál belleza incomparable a ningún otro y considerado único, el de todas las oportunidades.
Muy pronto se convertiría en los días del adiós, de las casas vacías, de las expresiones de cariño a través de los medios de tecnología, muchos emigraron, diferentes destinos y planes y para Alice no sería diferente.
La partida de sus hijos se torno inevitable, el futuro y seguridad de vida quedaría sin sentido y solo en la memoria de muchos, en sustitucion, una gran soledad arropó a casi todos los llamados adultos mayores que en su mayoría verían la despedida quizas sin regreso de gran parte de sus seres queridos, ya mentalizada a nuevas experiencias, lo cual era inminente, nuevas amistades, costumbres, quizas una nueva lengua; la zona de confort convertida solo en un recuerdo, solo una promesa; más temprano que tardé iría al encuentro de los suyos, y así mismo el deseo fue cumplido, en escasos dias estaría haciendo maletas, escribiendo un segundo capítulo de su historia y la que nunca imaginó.
Ese viajé se vistió de expectativas, le encantaba viajar conocer pero este, sencillamente nunca lo planificó, el no mirar atrás y dejar todo por lo que se había esforzado, por lo que decía su vejez asegurada y sobre todo la despedida a los que tanto amaba sin la certeza de retorno, sinceramente, no fue fácil para ella.
Estaba en suelo extranjero, muy hermoso por cierto, una isla maravillosa de preciosos lugares bordeada de playas y montañas, habia atravesado un océano y llegado a otro continente, estaba alli, un nuevo comienzo junto a sus afectos, dispuesta a librar la mejor batalla y transitar por esa senda insospechada.
De pronto otro evento inesperado y cruel llegaría a sus vidas.
Se habló de un virus mortifero que se expandía desde el otro lado del mundo, una corona impregnada de temores que vistío de sangre y dolor las ciudades a su paso y no tardaría en convertirse en pandemía, una pandemía que llegó para quedarse y por mucho tiempo; la salud de todos quebrantó, especialmente se ensañó con los que más años tenían hiriéndole de gravedad; coartando rápidamente cada uno de sus sueños y esperanzas, sofocaba sus pulmones y los llevaba a una muerte dolorosa y segúra.
El paníco caminó por las calles, el temor a lo desconocido azotó a todos, las ciudades se habia convertido en un horrible Panteón, las casas lloraban la soledad y perdída de sus seres queridos, solo el ruido de las sirenas de los carros de muerte y sus hombres de blanco que transitaban, los pronósticos; se trataría de una cuestión de días, que más tarde fueron largos meses y luego años; años perdidos, de aislamiento, si, de aislamiento a la vida, a la tranquilidad, a los besos y abrazos cotidianos; los hilos de un destino implacable, oblígaban a permanecer aislados, pero aislarse de que o ¿quien? Alice se lo preguntó muchísimas veces, principalmente aislarse de vivir lo que creía merecido.
Fúe el comienzo de una nueva forma de vida para todos y Alice no sería la excepción; la corona se paseo por todos lados como dueña y señora, no respetó clases sociales, géneros religión, nada.
Con dolor y temor vio enfermar a sus vecinos y por supuesto las salidas sin retorno de muchos, aterrada,vulnerable ante sus miedos que no tardarían en aflorar.
La economía se paralizó, el caos y la desesperanza se apoderaron de todos y la preocupación de Alice se desbordaba; extrangeros en un país desconocido, diferente idioma, con escasos recursos y en medio de una gran Pandemia, nada pudo salir peor.
Muy pronto aprendería nuevas lecciones de vida, esta gran señora vestida de muerte sacaría lo mejor y peor de cada cuál.
La situación, una calamidad detrás de otra, pronto les llegaría un aviso de desalojo de su casa ¿a donde irian? realmente los sueños del mejor futuro se disipaban.
Estaban allí solas o al menos eso creyeron, totalmente desorientadas; tres generaciones, abuela, madre y nietas, desempladas, y con un aviso de desalojo; un escenario nada alentador, pero ese ser supremo, ese maravilloso Dios que nunca desampara y que mueve los hilos de la vida y adversidad, pronto les presentaría a alguien que seria parte de sus vidas para siempre.
En busqueda de un lugar para vivir y casi a la deriva llegaron a una pequeña cabaña deshabitada según por mucho tiempo; su dueño un señor mayor, de aspecto Europeo, ermitaño, solitario supuestamente con una gran familia pero alejado de todos.
Fue un milagro a sus vidas, unos de los seres más transparentes que Alice había conocido hasta los momentos, de poco hablar casi imperceptible pero de evidente bondad, enigmatico, compasivo, prácticamente dándole cobijó a unas desconocidas y sin muchas preguntas ni condiciones.
Asi comenzó la vida en su nueva cabañita que expresaba calor y amor en cada una de sus paredes; al pricipio entretenidas en darle forma a cada una de sus habitaciones, casi sentían la presencia que imaginaron antepasados, realmente modesta y pequeña pero realmente acogedora, días de mucho trabajo e interrogantes.
Era un enigma, ese ser que quizás sin saberlo les habia hecho el mayor favor de sus vidas; poco sabían de el;
algunos que tenía dos hermanos que emigraron a Inglaterra en su juventud, que era poseedor de una gran fortuna, muchas cosas quizás ciertas y otras no.
El tiempo transcurría entre muertes distanciamiento, desamores, sobre todo el tiempo ocioso que acercó y alejó a las familias.
Muchas veces a través de la ventana lo divisó; aquel ser caminaba en un pequeño terreno, en idas y venidas, sin importarle el mundo, ni la pandemia que vivían. ¿Que habría en su mente se preguntó muchas veces? Un abrigo largo de capucha color rosa y su barba tapaban gran parte de su rostro.. Tendría unos 65 años, quizás más, no sabía, solo sentía que debia expresarle su agradecimiento de alguna forma, un agradecimiento que seguramente el nunca esperó.
Alice, amaba cocinar,descubrir platillos nuevos, combinar colores y sabores, siempre considerando que era un regalo de Dios a los hombres; lo más importante el poder compartirlos en familia, amigos. La Pandemia se mostraba inclemente con cada deseo, no se trataba de lo sentido sino de lo debido en ese tiempo de contagios y distancias, realmente esta señora vestida de luto impusos sus reglas en este juego macabro que todos debieron jugar y que sin duda alguna todos recordarian.
Trataba de vivir con dignidad, pero era difícil estar ausente del caos, noticias nada alentadoras, se escondía en su burbuja de habitos tradicionales, uno de ellos la cocina.
Evidentemente se experimentó una nueva forma de vida,
expresiones de cariño quedaron ausentes, la muerte con una gran corona hacia estragos en todos, Alice pensaba que temía más al desapego del ser humano por su prójimo que a esta horrible señora que llamaron Pandemia.
Los días eran iguales, Alice pensó que este mal se quedaría con ellos por largo tiempo; en medio de un poco de nostalgia, temores y necesidad de expresar, añoranzas de lo que un dia se tuvo y no se apreció, haría cualquier cosa por cambiar ese estilo de vida impuesto a la fuerza; una vez más se asomó a la ventana y lo vio trotando con su rostro oculto en su capucha rosa, pensó que quizás era más feliz que todos.
Como en otras ocasiones, quiso deleitarse con un buen platillo y así lo hizó, como si tuviera una gran celebración, imaginó un invitado de lujo, su enigmático vecino y casero,poco le conocía pero mucho le agradecía; sin titubeos decidió compartir su manjar, nadie mejor que el a quien expresarle su solidaridad a casi tres meses de haber llegado.
El quizás sorprendido, no le conocía, sin embargo acepto esa muestra de afecto con agrado,¿que sintió?
A partír de ese momento compartió con el todos y cada uno de los platillos y manjares que preparó, se convirtió en su invitado especial, cocinar uno de los mejores entretenimiento durante la época de la Pandemia, le dio sentido aquel tiempo desastroso que tantas vidas se llevó.
Dia a dia caminó hacia la casa de su vecino que con sus pocas palabras expresaba mucha gratitud, sus gestos cambiando, a partir de esos días su rostro reflejó una gran sonrisa y esa capucha que cubria su rostro la dejo caer sobre sus hombros descubriendo el rostro amable de una muy buena persona.
Ese virus que desfiló con una gran corona y se paseo por cada lugar del planeta, muchas veces cambió sus vestiduras: miedo, angustia, desesperacion, falta de conocimiento, alejó por muchisimo tiempo las familas, destrozó la economía y mostró el verdadero rostro de cada cuál; en medio de su implacable aptitud mostró la pequeñez del ser humano ante la adversidad, fue de gran aprendizaje al verdadero sentido de la vida y el valor a las expresiones de amor y solidaridad que debemos tener con nuestros semejantes.
Alice entendió que el temor no existe y que cada día hay que vivirlo y disfrutarlo al maximo, que cada uno tiene su propia preocupación, sobre todo entendio que el que no vive para servir, no sirve para vivir.
Ah y por cierto ese ser maravilloso que salvo ese momento crítico de sus dias y que sin muchas palabras les cobijó se llamaba ‘CIPRIANO» y Alice y su familia le tendrían un agradecimiento eterno y dieron gracias a Díos por hacerlo parte de sus vidas.
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