El Hidalgo anciano balanceaba su mecedora, el sonido del agua del grifo fluía por toda la casa, pues nadie se atrevía a decir nada, ni el anciano ni su hija que lavaba los platos, pero su nieta, alejada del terreno asolador que se presentaba, estaba en el patio jugando.
-¿Entonces ya tienes el testamento?- Preguntó la hija.
-Claro.- El anciano afirmó triste y apagado.
La hija se veía con expresión distante, con la mirada perdida y las manos temblando.
-Sabes que esto iba a pasar, deja los platos y ven a mirar a mi nieta jugar, se ve tan tierna.- Decía el anciano padre.
Al momento la hija se echó a llorar y salió de la casa pasando por el patio, la niña pequeña la vio pasar rota en mil pedazos, la niña asustada entró, conmocionada miró al abuelo desde lejos, indecisa de preguntar lo que le ocurría a la madre.
-Ven aquí mi niña, cuéntame, ¿Qué te pasa?- Alegó el abuelo ignorando el drama de su hija.
-Mama está llorando, ¿Por qué llora?- Quiso saber la nieta.
-Acércate, te voy a contar una historia.- Dijo el anciano invitando a la nieta en su regazo.
La pequeña se sentó, miró al abuelo y con sus manos pequeñas tocó el rostro del abuelo.
-Pero no solo es mamá, tú también, ¿El médico os a dicho cosas feas?- Pregunto la niña.
El abuelo cogió la mano de la niña y la besó con dulzura, después acarició su cabello y cogió aire.
-Mi vida escucha, hay un lugar al que me voy a ir, no espero que ahora lo entiendas, y tampoco quiero que lo hagas, cuando seas tan grande como mamá habrás visto muchas cosas, y para ese entonces lo entenderás, mi viaje es algo que todos haremos, incluso tu mamá, pero para que ella lo haga aún falta mucho, y para el tuyo mucho más, no me voy porque quiera, pero es así, debo irme.- Explicó el anciano.
-¿La historia que me vas a contar es en relación a tu viaje?- Pregunto la niña.
-Así es, dime, que animal es el que más te gusta.- Quiso saber el anciano.
-Los gatos son muy lindos.- Dijo la niña.
-Pues que bien, porque el protagonista es un gato.- Dijo el abuelo sonriendo mientras otra lágrima traviesa surcaba su rostro opacando su risa.
La niña ya no decía nada, estaba totalmente confundida, quería reír con el abuelo, pero al ver a su mamá llorar y ahora a el, le resultaba un poco difícil, pero lo que si podía hacer era escuchar al abuelo.
Ante el silencio de la niña el anciano decidió seguir con la historia.
-El gato es un felino trabajador, cazaba ratones para su familia, siempre se preocupó por ellos, incluso en la época de las batallas contra otros gatos por el territorio, muchos de sus amigos no volvieron a verse nunca, pues cada uno de ellos decidieron hacer el mismo viaje que yo haré antes de tiempo, el gato salió victorioso de esas batallas para ver la sonrisa de sus gatitos, tuvo la suerte de ver crecer a todos ellos, y nunca se arrepintió de buscar los ratones, aunque tuvo que hacer muchas cosas para buscarlos, y ahora es el turno de los gatitos buscar los ratones, ya que el gato es muy mayor.-Decia el anciano mientras se mecía con la pequeña.
-Abuelo, ¿Esta historia explica el porqué mamá llora?- Pregunto la pequeña.
-Claro que si, tu escucha.- Aconsejo el abuelo.
-El gato en una de sus batallas le prometió a uno de sus amigos que, el día en el que tuviese que viajar, le diría a la persona más pura el sentido de la vida.- Dijo el anciano.
-Papá y mamá siempre dicen que debo estudiar, ¿Es eso lo que quieres decirme?- Pregunto la niña.
-No, el gato estaba ya listo para el viaje, cuando una pequeña gatita nació, la única hija de uno de los gatitos que el gato tuvo, y por la llegada de la pequeña el gato decidió no irse de viaje, pues hasta entonces nadie era puro, al menos nadie que el gato conociese en sus siete vidas hasta que vio en los ojos de la gatita los mismos ojos de un ángel y por esos pidió una octava vida antes de viajar, y se le fue concedida, la pega estaba en que sería más corta, porque la promesa que le hizo a su amigo aún no la había cumplido.- El abuelo hizo una pausa, bajo la mirada cerrando los ojos, la niña se asustó y empezó a llamar al abuelo.
Al no reaccionar corrió a la calle a por la madre, que estaba apoyada en la pared llorando desconsoladamente, al ver esa escena la niña paró a observarla, aún no se había percatado que su hija estaba en frente contemplándola, con miedo se acercó a la madre.
-Mamá.- Llamo la niña.
La madre se giró y al ver por fin a su hija asustada decidió secarse las lágrimas, sonrió y con los ojos rojos le preguntó.
-¿Qué pasa cielo?- Preguntó la madre.
-El abuelo me contaba una historia, y se durmió, le e querido levantar para que me siga contando la historia pero ya no despierta.- Dijo la niña con voz temblorosa.
La madre cambio su expresión de golpe y entro de golpe, gritando «¡Papá, papá!».
Pasó casi un cuarto de hora, y la niña esperaba paciente a que la madre saliese al patio para avisarle de que el abuelo despertó.
Mientras ella jugaba con las hojas de la higuera y con los higos del suelo un maullido despertó su curiosidad, al seguirlo la condujo a la parte trasera de la higuera.
Ahí vio un pequeño gatito negro con una mancha en la cabeza, ella lo cogió y empezó a acariciarle.
-¿Tu también te sientes solito?-Preguntó la niña y el pequeño le respondió con un leve maullido.
-Mama siempre dice que tiene trabajo, y papá nunca está, ahora el abuelo viajará, ¿Te quedarás tu?- Preguntó la niña.
Mientras la madre en el cuarto del anciano, estaba él acostado, envuelto en sábanas el abrió los ojos, miró a su hija y preguntó.
-¿Donde estoy?- La mujer se sentó en una silla mirando al suelo esquivando la mirada confusa de su padre.
-Es tu cuarto, te desmayaste y asustaste a tu nieta, vine corriendo.- Aviso la madre.
-Entiendo, llama a mi pequeña, debo seguir con la historia, quédate esta vez, no vayas a llorar a la calle, sé valiente y escúchame por una vez, por favor.- Pidió el anciano.
La mujer asintió y sin rechistar fue al patio, al ver que su hija no estaba el corazón de la madre se volvió a volcar, la llamo y la pequeña salió con el gatito entre sus brazos, sonreía vivamente observando los ojos del pequeño mínimo.
-El abuelo te llama.- Dijo ella enternecida con la imagen de la pequeña con el mínimo.
Le era casi gracioso los giros de la vida, aparece una vida nueva en sus vidas, justo en este preciso instante, en otra ocasión le hubiese dicho que lo soltase, ya que no sería capaz de cuidarlo, pero esta vez no iba a renegarle nada, el capricho infantil superó la madurez adulta en esta ocasión.
-¿Puedo quedármelo?- Pregunto la niña.
-Claro que si, ahora vamos a ver al abuelo, tiene que seguir con su historia.- Aconsejo la madre.
Entraron en la habitación y el abuelo al ver a la niña se le iluminó la cara, pero esta vez venía con el mínimo.
-¿Un nuevo amigo?- Preguntó el anciano.
-Así es, mamá me deja quedármelo, pero no sé cómo llamarle.- Alegó la niña.
-Ven siéntate una vez más cerca de mi, que la historia del gato aún no a terminado.- Recordó el anciano.
La pequeña se sentó en la cama, junto al abuelo, soltó al gato y este se acurrucó en el torso del abuelo recostado, la madre de la niña se sentó en la silla de antes, atenta a su anciano padre.
-¿Por donde nos quedamos antes? Así ponemos al día a tu mamá.- Pregunto el abuelo.
-El gato pidió una octava vida por los ojos de la gatita que nació para cumplir la promesa que le hizo a su amigo, pero no sé a quién se la pidió.- Dijo la niña ansiosa de saber más.
-La octava vida se la pidió al tiempo, pues el gato estaba sumido en los recuerdos más oscuros de una de sus vidas, el tiempo no suele conceder deseos, pero hizo una excepción, no tenía muy claro el porque, pero de pronto los oscuros recuerdos junto a la gatita no eran tan oscuros, y entendió que esa gatita era la adecuada para cumplir la promesa, mientras todo cambiaba el valiente gatito entendió que no siempre uno puede ser valiente, pues en el fondo el gato sentía mucho miedo, no sabía cómo cumplir la promesa, siempre buscaba excusas, algunas veces decía «es muy pequeña, cuando crezca un poco cumpliré mi promesa» y así el tiempo empezó a cabrearse, le presento más dificultades para que se apresure y la cumpla por fin, y aún así habían más excusas, esta vez se decía «no sé cómo hacerlo» o incluso «¿Será ella la verdadera elegida para cumplir su promesa?».- Dijo el anciano, pero tuvo que parar porque la tos era casi incontenible, tras el arrebato de tos, el minino se asustó y corrió junto a la pequeña, se resguardó en sus brazos y la pequeña preocupada le preguntó.
-¿Quieres agua?- La inocencia era tan fuerte, el anciano sonrió pensando que ojalá con un vaso de agua se arreglaran las cosas.
madre hizo el amago de ir por agua, pero el anciano la miró con claro cabreo, y ella comprendió que si se iba el anciano padre no se lo perdonaría nunca, y esa palabra en estos momentos era eternidad.
-El gato vio acelerado su viaje, el tiempo no era emisario de paciencia, tampoco de paz, solo curaba lo que debía curar, un día el gato vio que nada podía hacer y que sólo era útil para hacer compañía, pero ya nadie quería su compañía, todos le evitaban, incluso sus gatitos, la única que pedía tiempo con el gato, era esa pequeña gatita.- Dijo el anciano roto con las lágrimas volviendo a sus envejecidos ojos.
-No fueron muy buenos con el gato ¿Verdad?- Asumió la pequeña.
-Pues no, pero eso al gato no le importaba, estaba la pequeña gatita, y sin querer el momento del viaje llegó, pero aún no cumplió su promesa.- Dijo el anciano acariciando al minino con las pocas fuerzas que le quedaban.
-¿Y cuál era la promesa?- Pregunto la madre de la niña, ensimismada por la historia.
-El gato prometió decirle el sentido de la vida a la persona más pura.-Alego la niña molesta por interrumpir al abuelo.
-Por eso, justo cuando se tendría que ir, la gatita se le acercó una última vez, y decidió no perder más tiempo, decidió que ese sería el ahora o nunca.- Expreso el anciano, pero de golpe no encontró fuerzas para seguir con la historia, aguardo en silencio mirando a la pequeña.
-¿Y cuál es el sentido de la vida?- Pregunto la niña impaciente.
-El gato lo buscó, de día y de noche, en soledad y en compañía, en el amor y en el dolor, en la verdad y en la mentira, pero, el sentido de la vida nunca fue claro, lo único claro eran los sentimientos, a veces fuertes otras débiles, pero llorar de alegría, reír con la pena ser fuerte cuando los demás son débiles, ser el más débil cuando los otros son fuertes, seguir a los demás o perderse, todo estaba relacionado, pero lo que le dijo a la gatita fue «solo vive pequeña, y hazme tu una promesa, ¿Le contarás el sentido de la vida a otra persona pura?»- De pronto volvió el silencio.
La niña miraba confundida al abuelo, y le preguntaba una y otra vez cual era el sentido, la madre rompió a llorar, abrazo a su padre y este cerró los ojos, pues él ya había viajado, y seguía preguntando ¿Cuál es el sentido de la vida?
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