Los abuelos de la guerra

Los abuelos de la guerra

Daniel Rood

30/03/2021

El dejá vu que Brian Montino experimenta a diario, lo ubica una vez más frente a la habitación de su adolescente hijo. El sonido proveniente de la consola de juegos era contundente, al menos eran  diez participantes de distintas partes del mundo que se enfrentaban en una feroz batalla.

La duda de siempre vuelve a plantearse. Intervenir con la intención de  modificar la forma actual de sociabilizar de los adolescentes o mantenerse al margen y respetar sus espacios. 

Brian esperó unos minutos, golpeó la puerta pero al no obtener respuesta ingresó. El escenario era similar al de días anteriores, Gastón munido de sus inseparables auriculares y con su  mortal comando de doce botones, daba muestras de sus habilidades aniquilando todo tipo de rival que osaba ponerse en su camino. 

El adolescente a duras penas percibió su presencia. 

-Este antiguo libro es de mi padre, le gusta mucho que se lo lea cuando voy a visitarlo.- exclamó Brian mientras lo dejaba a un costado del escritorio. 

-Cuando extraño su presencia, tener algo suyo me ayuda a creer que esta más cerca de mi.

-Espero no tener la necesidad de pedirte tus auriculares…-exclamó al tiempo que abandonaba la habitación escuchando los lamentos de su hijo, que sin consuelo observaba como un misil no detectado a tiempo, le dejaba fuera del combate.

El enfado de Gastón duró extensos minutos, finalmente atribuir el motivo de  la derrota a la inoportuna aparición de su padre, fue lo que terminó por tranquilizarlo. 

Sin el fragor de la lucha, la curiosidad por el libro que su padre le dejó, pudo más. 

El  título «Los abuelos de la guerra»  parecía bastante escueto a la hora de poder adelantar conclusiones, pero entendió que bien valía la pena  pegarle una ojeada. En su prólogo el autor aclaraba que los entrevistados fueron  protagonistas de la segunda guerra mundial. Muchos de ellos combatiendo y otros teniendo un rol no tan directo, pero no menos relevante. El intento por resaltar valores y sensaciones compartidos por todos ellos, fue lo que le movilizó a la hora de escribir su obra.

Sus ganas por continuar con el juego le hizo dudar. Fijo su mirada nuevamente en la pantalla de la consola pero sin dejarse vencer por ella, se decidió por aquel curioso libro.

Maritza una joven rusa integrante del célebre escuadrón denominado «las brujas de la noche» aparecía como la primer entrevistada. La peculiar denominación  provenía de los ataques que éstas realizaban en horas nocturnas con poca o casi ninguna luz al ejército nazi. Los  aeroplanos utilizados estaban carentes de los elementos mínimos de seguridad y  bastaba solo con recibir una ráfaga de ametralladora para correr riesgo de incendiarse y perecer en pleno vuelo. Ella en su relato, no dudo en destacar  que la soledad fue la sensación mas difícil con la que tuvo que lidiar.

Unas hojas más adelante llegó el turno de Josep, que se desempeñaba como adiestrador de perros de búsqueda en el ejército ruso, durante la invasión alemana. Explicaba los enfrentamientos que debió afrontar con sus mandos intentando disuadirlos en el proyecto conocido como «Los perros bomba». Este escuadrón de perros fue adiestrado en un primer momento para que se arrastraran hasta los tanques alemanes y una vez debajo de ellos dejaran caer la carga explosiva que portaban en su lomo, pero las dificultades que esto trajo y ante el avance incontrolable de las tanquetas nazis, los altos mandos decidieron variar la idea original e iniciaron un proceso de entrenamiento de estos animales para que solo se desplazaran por debajo de los  tanques y luego a  distancia, activar las cargas explosivas  detonándolos  con carga y todo. Josep hizo hincapié que la intolerancia y la falta de entendimiento, fueron dos escollos  con las cuales debió de lidiar arduamente.

No muy distinto fue el caso de Nurdia, una joven enfermera voluntaria cuya apariencia física muy similar a la de las mujeres noruegas, la llevó a vivir día tras día con el temor de ser tomada por el ejército alemán, el cual incentivaba a sus soldados a mantener relaciones con mujeres con estas características, consideradas como ideales a la hora de dar forma a la tan ansiada raza pura.

Nurdia, expresaba con mucho pesar que no le resultó sencillo el tener que aprender a vivir con la desconfianza como aliado. 

Capítulos más adelante esta misma desconfianza se grafica en la entrevista realizada a Jonás quien se reconocía como analfabeto y narraba como gracias a su condición fue considerado para realizar tareas de destrucción de material en uno de  los centros secretos donde se proyectaba la elaboración de la tristemente célebre, bomba atómica. Personas que no pudieran leer, eran ideales a la hora de manipular manuscritos destinados para ser destruidos. 

Una mención especial según destaca el autor, cabía a quienes se encargaban de administrar los alimentos a los batallones debiendo  recurrir  a su agudo sentido de la responsabilidad a la hora de racionalizar los mismos. El contemplar de forma especial a  aquellos soldados que se movían en primera línea de batalla y que muchas veces perdidos tras los bombardeos solo contaban con los alimentos que sus mochilas podían suministrarles, fue de vital importancia. Es el caso de Jean que en su relato narra  que pudo sobrevivir tras días perdido en la nieve, gracias a una cantidad pequeña de carne envasada, unos cuántos frutos deshidratados y algo de harina de trigo que guardaba en su mochila, al igual que todos quienes eran mandados al frente de batalla. El entrevistado recuerda gratamente lo útil que le fueron los conocimientos que se le impartían sobre como obtener recursos de la naturaleza. Aquel  brebaje caliente que supo preparar con el llamado hongo de árbol unido a una zanahoria rallada, le permitió templar su cuerpo en más de una ocasión y hasta el día de hoy aún lo sigue preparando.

Conforme la lectura avanzaba, la capacidad de asombro de Gastón no sabía de límites. A muchos de los valores expresados por los entrevistados, siempre los consideró como simples palabras dignas del cine o la televisión. En cambio, gracias a este libro no sólo por primera vez logró humanizarlas, sino que también las reconoció en muchas vivencias que compartió junto a su abuelo. Finalmente pudo entender que el concepto tan difundido y aceptado, de que los abuelos tienen con sus nietos una contemplación muy distinta que la que tuvieron con sus propios hijos, no es ni mas ni menos que la consecuencia de la puesta en práctica de muchos de estos valores aquí destacados. 

La honestidad y empatía no podían permanecer ausentes. Un claro ejemplo se desprende de las palabras expresadas por  Frederic, quien  se desempeñó durante todo el conflicto bélico como colaborador en varios centros de entrenamiento para espías. Si bien participaba de la creación de distintos dispositivos que permitieran recabar información, su tarea principal radicaba en velar por una muerte digna para los agentes en caso de que estos fueran atrapados. Cuenta el entrevistado que camuflar veneno  en  lugares donde resultara imposible hallarlo, no era tarea sencilla.  Pero ayudar a que los agentes asumieran que de ser atrapados este medio sería su mejor forma de morir, requería de una empatía total con la situación.

La consola de Gastón  interrumpía en todo momento enviando  notificaciones invitándolo a volver a participar del juego, pero a pesar de sus reparos iniciales  debía reconocer que aquel extraño libro había logrado captar totalmente su atención. Una de las entrevistas que más le conmovió, fue la de Vladimir, quien perdió una de sus piernas a consecuencia de la famosa enfermedad conocida como «pie de trinchera». Ésta era causada debido a las condiciones climáticas soportadas por los soldados,  en los estrechos senderos húmedos y en general siempre inundados, en los que pasaban interminables horas custodiando. Vladimir destacaba la solidaridad, como principal arma, a la hora de enfrentar el desafío de pasar durante largos meses en ambientes tan hostiles.

Las horas se sucedieron, Gastón continuó con la lectura de los siguientes capítulos hasta que finalmente el sueño le venció.  Temprano a la mañana fue su padre quien le despertó.

Brian, sin mucha ilusión, venía a buscarlo para que le acompañara al residencial donde su padre enfermo de Alzheimer, se encontraba internado. Anteriormente siempre se excusaba, pero hoy sería diferente, la lectura de aquel libro fue un llamado a la reflexión.  

Un par de horas después, ya en el residencial padre e  hijo aguardaban ansiosos para ser conducidos hasta la sala donde les esperaba el abuelo Joaquín. La sonrisa desplegada en el rostro del  anciano ilusionaba mucho, pero la realidad de sus ojos no mentía, era muy difícil que pudiera reconocerlos.

Brian, al igual que siempre  beso la frente de su anciano padre y le susurro al oído …

– hoy no vamos a leer nuestro libro solos, nos acompaña tu nieto.

Gastón con los ojos llenos de lágrimas dejó que su corazón fuera quien se expresara.

-¡ gracias, gracias por todo abuelo!.

 El anciano volvió a sonreír y sorprendentemente hizo señas claras con sus manos, solicitando que le acercarán el libro.

Como pudo, con su escasa motricidad desplazó hoja por hoja, hasta que en un determinado momento se detuvo. Con su mirada algo perdida, tomó la mano del joven y le entregó el libro abierto en la página elegida. El enfermero que desde mucho tiempo acompañaba a Joaquín Montino, tan sorprendido como Gastón y su padre, indicó que era recomendable dar por culminada la visita y dejar descansar al anciano.

Aún atónitos por la reacción, ambos se despidieron y mientras acompañaban con su mirada la partida del abuelo, intrigados daban lectura a la página señalada…

El capítulo elegido refería a la entrevista realizada a Marcio Becquet, un  combatiente que vio a su compañero  caer gravemente herido en el campo de batalla. El soldado herido con su último aliento extrajo una carta destinada para su hijo Joaquín  y le hizo jurar a Marcio que encontraría la forma de entregársela. El contenido de la carta era el siguiente…

«Mi amado hijo Joaquín, 

Esta maldita guerra nos ha quitado a todos, cosas muy valiosas. En especial a mí me ha quitado la oportunidad de verte crecer.  Quizás de lo único que puedo sentirme orgulloso, es de haber contribuido a que tengas un futuro  mejor.

Recuerda este consejo que te voy a dar…,,

vive tu vida de la mejor manera que puedas, pero siempre ten presente, qué de tus actos dependerá, que tus nietos encuentren un motivo para agradecerte.

Te quiere, tu padre.

Charles Montino.

Soldado Regimiento 5to. Artillería.»  

 

   

 

  

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