El sabor del crimen

El sabor del crimen

Gornesa

25/05/2017

«Debes dejar este negocio hija, tu pasión es la cocina. No mereces seguir con este estilo de vida que te hace miserable», fueron las últimas palabras de mi madre en su lecho de muerte. Ella me imploró que abriera una pastelería, entonces lo hice. Esperaba que la repostería me alejara de los malos hábitos que tanto daño me habían causado. Entonces cumplí la última plegaria de mi progenitora. Encontré un pequeño local que rentaban en el centro de Madrid, lo acondicioné, lo decoré con un toque «british», compré la maquinaria necesaria y en pocas semanas comencé a preparar los mejores hojaldres y los más deliciosos bizcochos de la ciudad.

Las ventas me sorprendieron, no esperaba tal acogida, por lo menos no tan pronto. La gente no paraba de amontonarse en el local. En él contaba con dos ayudantes en la cocina, una jovencita en el mostrador y otra para cobrarle a la muchedumbre. En poco tiempo se desataron rumores sobre nuestros increíbles sabores. Llegaron a decir que no había mejor Tarta de Santiago que la nuestra, rellena con las mejores almendras, decorada sutilmente con azúcar en polvo, que dejaba ver la huella que distinguía a la Cruz de San James.

Los clientes comenzaron a hacer largas filas para probar las más exquisitas especialidades culinarias. Las vitrinas parecían estantes de ensueños para los más pequeños de la casa, porque estaban repletos de dulces por doquier; había bombones, tartaletas, cruasanes y galletas.

Una vez oí decir que el lugar les hacía recordar a la casa de la bruja del cuento de Hansel y Gretel, por la cantidad de golosinas, pero en una versión real europea. En sólo meses nuestra popularidad crecía y crecía, podría llegar a decir que de manera vertiginosa.

Hasta la prensa se apersonó para entrevistar a nuestro staff, querían una exclusiva para conocer nuestro secreto, porque según los más indiscretos, aseguraban que los dulces que hacíamos tenían un ingrediente único, irremplazable y muy particular. Afirmaban que luego de probar cualquiera de nuestros postres, comenzaban a vivir experiencias extra sensoriales profundas, a tener pensamientos ambiguos y visiones que se transformaban en colores.

Creo que al fin y al cabo, nunca pude cumplirle del todo a mamá, terminé decepcionándola igual, mi lado oscuro siempre ha estado acompañándome, es inevitable. Por algo la pastelería le hace justicia al nombre, la hemos llamado, «EL SABOR DEL CRIMEN».

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