Las medidas

Si pudiera medir el amor de mi madre, sabría el mejor modo de hacerlo. No haría falta ni inventar bicicletas, ni patentar cosas increíbles – sería más sencillo de lo que uno pudiera imaginar. Entrando por esa mágica puerta sin abrirla siquiera, sin acercarme a ella tampoco, y utilizando las más antiguas armas a lo primitivo – los 5 sentidos – Oír, Oler, Ver,Tocar, Saborear – es la mejor manera de hacerlo. Y con la cantidad exagerada de la comida del mediodía después de un largo viaje de Londres a mi preciosa casa natal donde el amor de mi madre se mide a través de su preocupación contínua de unos entrantes sencillos, platos caseros y postres inolvidables,y es cuando uno, abrazando la barriga pantagruélica, por fin se siente plenamente lleno, oiría:

– ¿Cariño, te pongo un poco más de tarta de cerezas?

Y ese olfato – enormemente traidor a todos mis principios sobre el colesterol – me teclea una sonrisa agradecida y me obliga a repetir aquel inocente a simple vista trocito de bizcocho, envuelto en mermelada de cerezas -fresca y densa – con un toque de salsa blanca de helado de vainilla, culpable para toda la vida de saber que no hay nada mejor que la tarta de mi madre, con su cariño sobresaliente.