HAMBURGUESAS EN LA CALLE MÁS HOT DE LA COLONIA

HAMBURGUESAS EN LA CALLE MÁS HOT DE LA COLONIA

ESTE PINCHE JAVIERITO CADA VEZ HACE ESTAS PINCHES HAMBURGUESAS MÁS BUENAS.

No deja de ser irónico el hecho de que dos de los cumplidos más sinceros, espontáneos y halagüeños que recibí en ese microscópico negocito fuesen hechos a punta de majaderías. El otro fue de un vecino que, una buena madrugada, mientras aguardaba sus nueve hamburguesas al carbón, tres de ellas con doble carne y todas con queso amarillo y gouda, para llevar, con sus respectivas órdenes de papas a la francesa y tres brochetas mixtas con tortillas de harina de trigo, carne de res, tocino y mariscos con pimiento morrón y cebolla atinó a comentarme:

.- Tienes un excelente trato, haces unas pinches hamburguesas y brochetas que se me derrite la boca y… ¡Eres una maldita tortuga!

Otros, algo más relajados, se tomaban el asunto más tranquilo, como cierto estudiante de medicina que por las mañanas acudía muy tomadito de la mano con un compañero de estudios, y al parecer también de cama, y se la pasaba ahí dos, tres ó cuatro horas degustando una malteada de fresa, unas crepas de Grand Marnier, o un café capuccino con chocolate Hersheys y por las noches regresaba con una escultural muchacha, haciendo el mismo numerito y comiéndose una brocheta mixta al carbón, una malteada de chocolate y una copita de anís español, Chinchón semi dulce.

¡LA CALLE MÁS ROMÁNTICA Y CALENTURIENTA DE LA COLONIA Y YO NI ENTERADO ESTABA!

Había vivido en esa colonia durante cuarenta y cuatro años, había paseado a mis perros mil y un veces a todo lo largo del camellón de Av. Maestro Rural, había acudido a la pequeña papelería de la esquina y a la miscelánea cualquier cantidad de ocasiones y jamás me había percatado de aquél curioso detalle sino hasta que me cambié a San Jacinto N.- 7, parejitas calenturientas por doquier, y no hablo solamente de los chamaquitos que salían de las secundarias circunvecinas, sino de adultos, algunos de ellos ya muy mayores, estudiantes y profesores de la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional (I.P.N.), popularmente conocido como “El Poli”, sentados en las banquetas a cualquier hora del día y noche. El colmo fue un día que tuve a bien atravesar el pequeño camellón de Plan de San Luis con rumbo a Maestro Rural con mis cuatro perritos y tras los pequeños y muy bien cortados setos, en una pequeña cuneta de tierra bien trazada para que corriera el agua de riego o de la lluvia, estaba acostada una pareja de estudiantes del Poli en pleno trance amoroso, ambos con los pantalones hasta abajo, sin prestar la menor atención al tráfico vehicular que pasaba a escaso medio metro de ellos. Cinco o seis metros adelante, sentado sobre un tronco, uno de mis habituales y más tragones clientes degustaba una tremenda hamburguesa que le acababa de preparar de tres carnes gordas con doble queso en cada una y piña (¡Casi nada!) sin siquiera sospechar lo que ocurría a uno pasos de él. FIN.

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