Todo un ejemplo mi primo Toby Churchill. Mi primo Toby era una persona físicamente “normal” (no sé qué es exactamente eso de “normal”, pero me parece hasta despectivo para muchas personas). Un joven con una vida estándar, con costumbres estándar y como cualquier otra persona. Nacido en Cambridge, hijo de padre militar (mi tío Oliver) que combatió en la segunda guerra mundial con cierto éxito (si se puede tener éxito en hacer algo que es abominable de por sí). Estando Toby de vacaciones en Francia y tras bañarse en un río, sufrió un accidente vascular en su cerebro del que nunca se supo la causa. Tenía veintiún años.

Como consecuencia del accidente, Toby perdió toda la movilidad de su cuerpo excepto el brazo derecho, que movía muy torpemente, y ya no volvería a hablar. En resumen, se daban las condiciones necesarias para coger la depresión del siglo y tratar de suicidarse a toda costa.

Pero no. Toby no eligió eso. Toby eligió luchar. Vivir. Aceptar lo que le había pasado. Con el tiempo, Toby acabó de completar su formación en ingeniería electrónica. Creó una máquina para poder comunicarse con los demás mediante un teclado (como el que usaba Hawking habitualmente). Ideó un vehículo para ser conducido con un joystick, que el mismo llevaba. Fundó una empresa para fabricar y vender su máquina (con cinco empleados). Su casa estaba perfectamente adaptada. Era autosuficiente, todo pensado para él y para….su padre. Fue condecorado por la Reina de Inglaterra.

Toby “conoció” a una mujer norteamericana por Internet. La mujer aceptó casarse con él (monumental sorpresa en casa). Tuvo una hija con ella (para evitar suspicacias, diré que se parecía a él: se ve que tenía otro movimiento escondido, aparte del brazo). Con el tiempo acabó divorciándose de ella….para casarse de nuevo, esta vez con una mujer asiática. La primera mujer, lejos de estar apenada, llegó a ser alcaldesa de Cambridge (vaya con mi familia inglesa…). Toby no conoce la palabra depresión. No está en su diccionario.

A los quince años del “percance” de Toby, mi tío Oliver sufrió un derrame cerebral que le dejó en silla de ruedas. También perdió el habla, pero “solo” se vio afectada la mitad de su cuerpo. Cuando estuve en su casa, te rompía el alma ver como sonreía por cualquier cosa, como reía y disfrutaba. Se le veía feliz. Contento. Con aspecto de maravillosa persona, que lo era.

Al salir de su casa, andaba taciturno y deprimido. Pero por respeto a ellos, por respeto a mi tía Ruth que tuvo que bregar con esta historia, decidí deprimirme lo justo y necesario. No tenía ningún derecho a estarlo.

Toby, Oliver, Ruth…no podría decir a quién de los tres admiro más.

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