El remolque.

El remolque.

Abel Viotti

14/11/2018

Se tensaban los músculos de sus piernas; una gruesa punzada estoqueaba su estómago y comprimía su diafragma; las estrellas rutilaban entre los nubarrones grises, acusándolo, como sirenas en el cielo. Trastabilló, y cayó de bruces en el césped húmedo. Se incorporó, los brazos le temblaban, resollaba y hacía muecas de dolor. No podía seguir. Pero seguiría de todos modos.

Continuó cojeando, volteaba cada diez pasos, cada cinco. Se oyeron ladridos y coches. Aceleró el paso y se topó contra una red de alambre. La sacudió, gritó, volteó de nuevo. Los ladridos se aproximaban y comenzó a trepar. Haces de luces bailaban en la noche, como un par de faros guiando a los pesqueros a su destino. Sorteó el alambrado y cayó de rodillas del otro lado, contuvo el dolor y continuó.

Sábanas y suéteres flameaban ligeramente en un precario tendedero; y un remolque desvencijado y sucio, de rayas blancas y amarillas; parecía ser la única opción. Giró el picaporte, estaba abierto. Entró, cerró. Tanteó la pared en búsqueda del interruptor, lo encontró, lo accionó, y nada. No había luz. Tomó su teléfono e iluminó el lugar, era un cochinero. Olía a cerveza y queso.

Se dejó caer sobre una silla de madera de pino, se desabrochó la camisa ensangrentada y respiró hondo. Con el teléfono en su mano, y el tiempo apremiando, marcó el número y llamó.

—Se enteró, no sé cómo pero se enteró —dijo —. Vienen por mí, no tengo donde ir Marcos, pero está bien, no importa. De verdad, no importa. Sabíamos que esto podía pasar…. Lo sé, está bien, shh… está bien.

Colgó.

A lo lejos, se oían los perros.

Buscó entre las llamadas recientes y seleccionó otro contacto.

No atendió.

Se oyó el alambrado.

Llamó de nuevo.

—Hola, hijo. ¿Estás bien?… escúchame por favor, esta noche ve a dormir a la casa de Maxy. ¿De acuerdo?. Estarás bien… Te amo. Te amo más que la mierda… sí, estoy bien. Pero si algo me pasa por favor recuerda que a veces es necesario hacer lo correcto, sin importar el precio. Y si ves a alguien hacer algo que no está bien, y no haces nada al respecto, eres cómplice ¿entiendes?. Y a veces hay que arriesgarse un poco, para cambiar toda la mierda. ¿Está bien? Sé un buen chico, sé un mejor hombre de lo que fue tu padre.

Colgó.

Las lágrimas estaban calientes y gordas.

Los perros estaban cerca.

Abrieron la puerta de una patada.

Una figura negra, recortada por la luz de la noche, lo apuntó con una 9mm y jaló el gatillo.

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