El viento tenía mucho sabor a tierra, lo sentía fuerte porque Sofía respiraba con la boca abierta y las manos en sus rodillas, después del primer trote de un día como todos los domingos viejos y nuevos. Mientras entrenaba esa mañana pensaba en la desazón del desempleo actual a nivel país, no entendía como algunos publicistas y políticos anunciaban que iban a mejorar los tiempos, cuando parecía que solo aumentaba la desesperanza económica.
De pronto mientras continuaba con el trote se topó con el primer obstáculo una piedra desnivelada a mitad del camino de tierra, pero ajustó sus pies bien al piso y arremetió con fuerza el primer salto desventurado, aún no se daba a la lucha de superar sus tiempos de competencia deportiva, pero si quería superar y lograr un mejor lugar en el oficio que practicaba desde hacía cuatro años: psicología.
Elucubraba mientras sus zapatillas golpeteaban el piso y levantaba un resto de arena hacia los costados en buscar la mejor forma de superar esa desazón económica y laboral, porque la desazón deportiva iba a superarla de a poco, ya había bajado los tiempos en las distancias mínimas y en cuanto al asterisco o punto del desarrollo personal había superado unos miedos de niñez hacía poco tiempo, como el de nadar en lo profundo de las piscinas aunque no toque fondo con sus pies, esto lo había superado tan solo un año antes de cumplir los treinta.
Pero este asterisco de su vida laboral la tenía complicada, Sofía se preguntaba ¿Cómo lo hacen las personas que no tienen trabajo para comerse un sabroso pan recién amasado? Hasta que de pronto detuvo su intenso trote mañanero frente a una feria artesanal ubicada en el centro de Santiago. Decidió terminar su trote de ocho kilómetros recorridos y preguntar a la señora que vendía sus productos artesanales, ¿Cómo lo hacía para ponerse en ese puesto a vender? La señora muy amablemente le contó los pasos y trámites a seguir.
Al día siguiente un lunes mientras casi todos llegaban a sus lugares de trabajo, Sofía se compró una camilla terapéutica y realizó los trámites para poner su puesto de artesanía, donde promocionar y vender las terapias que realizaba a parte de los servicios de psicología a un precio más justo que conveniente, pero con el fin de aprovechar la concurrencia de los barrios más transitados de su ciudad natal, transformándose por primera vez en trabajadora independiente, con la esperanza de encontrar un trabajo referente a su profesión, que pudiese complementar el oficio que ella misma se había construido, mientras los tiempos mejoran: La independencia laboral.
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