Pedro no quiere llegar allí donde va; posterga entonces el momento de salir. Decide caminar pese al frío que hace y a la amenaza de lluvia. Transita por las calles estrechas mirando los portones de las casas antiguas. Definitivamente no tiene ninguna prisa; se detiene para mirar los detalles de los dinteles de piedra que supusieron el trabajo de manos expertas, para alcanzar la belleza del tallado de aquellas formas casi barrocas.

Comienza a oscurecer, hace un viento frío que le obliga a abotonarse la chaqueta, mientras lo hace piensa que este era el saco que más le gustaba a Federica, siempre se lo decía cuando lo llevaba puesto, ¡cuánto tiempo había pasado desde su muerte! Apura el paso no porque se le haya hecho tarde sino porque el aguacero es inminente y no quiere llegar mojado donde va.

El bar está al alcance de su vista y siente aprehensión, hace algunos días llegó hasta allí y regresó sobre sus pasos. Piensa que hoy no quiere que eso pase. Continua caminando, empuja la puerta de aquel recinto que le es tan familiar. Un aire cálido le toca el rostro, puede advertir el olor a cedro que tanto le gusta y que siempre ha caracterizado a aquel pub. Pasa su vista sobre las mesas que están más al fondo, ella no está, de pronto siente una especie de alivio que inmediatamente se convierte en sorpresa y en una especie de tristeza.

Cualquier otra noche sus ojos no habrían buscado en las mesas más próximas a la puerta porque sabe que ella nunca se sienta allí, no obstante, escudriña en ellas y ahí está con su cuaderno de tapas de cuero negro y su pluma moviéndose rápido; ¿qué escribirá?

Ella parece sentir que la miran, el estilógrafo se detiene y levanta la vista hacia Pedro, le sonríe como si lo estuviese esperando y le alegrara que por fin hubiese llegado. Sin soltar la pluma, retira un poco la silla vacía que tiene a su lado, en un gesto que permite adivinar que quiere que se siente allí con ella.

Pedro está clavado al piso, pero no le toma mucho decidir acercarse y sentarse. Quiso tanto que esto pasara y ahora está ahí… Si Federica lo pudiese ver sonreiría con complicidad.

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