¿Dónde está el límite de cada uno? Si no llegamos al final, no lo sabremos.

Cuando creemos que ya está todo visto, que han llegado todas las facturas, que no te surgirán más planes que no puedes rechazar, que los cumpleaños se acumulan, después de todo eso, llega para colmo la Navidad. Cuando debería ser rutina, costumbre y hasta aburrida, a ti se te vuelve una condena, un límite más que tendrás que superar, porque no te queda otra, porque has llegado demasiado lejos y no hay marcha atrás, o porque la marcha atrás es peor camino que seguir hacia delante.

Después del límite que pensamos que no superaremos, habrá más miserias que igualmente superaremos, porque somos valientes, porque no hemos llegado a la cima de nuestra profesión, ni hemos aprendido idiomas en el extranjero, porque no somos las mejores personas, ni las mejores madres o padres, o los que mejor vestimos, ni mucho menos los más guapos, pero podemos llegar más allá de nuestro límite, de nuestros límites sucesivos.

Porque somos valientes o no nos queda más remedio. Porque soñamos con el sabor de la victoria, porque no se nos pasa por la cabeza el arrepentimiento, o sí, a veces, pero de repente aparece la visión del futuro que nos hemos imaginado y se nos olvida.

El sabor de las lágrimas, de los miedos, de la angustia que nos vemos obligados a soportar, y que si lo soportamos es que somos más fuertes que ella. Y vemos que el llanto no es malo, que los enfados se nos pasan y que siempre hay gente al lado que te apoya, aunque no sea fácil de distinguir.

El día a día está lleno de valientes, que se levantan temprano, que no ven crecer a sus hijos más de 3 horas de lunes a viernes, que los ratos libres no son para ellos mismos sino para dedicarlos a los demás, que no saben lo que es el silencio ni por la noche porque lo aprovechan para dormir, que no paran de soñar a pesar de todo, porque sin esos sueños, no tendrían fuerza para seguir luchando.

El destino es el camino, dicen algunos, pero no hay camino sin valientes del día a día, que llenan el metro o aguantan caravanas interminables, que cada día transportan su comida al trabajo, que las cervezas se las toman en casa, que se acuestan pronto pero se duermen tarde porque los pensamientos no les dejan en paz, los valientes que siempre van corriendo y a pesar de eso llegan tarde.

La historia de todos y de nadie. Nuestra historia.

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