En el lecho de un hogar disuelto, en el seno de una madre que nunca lo quiso ser, nació Alan (nombre escogido por hacer alusión a una piedra, representación de lo que él significaba en la vida de su progenitora).
Alan, pequeño y menudo niño, enviado a la tierra a sufrir lo que ni el mismísimo Jesús podría haber soportado. Hijo de un padre desentendido que al enterarse de su existencia, atribuye a su amante toda responsabilidad y lavó sus manos dejando sin protección a aquel bastardo.
¡Oh diamantito no pulido, proveniente del fango has venido!
Tres meses bastaron para que tu transformación iniciara y tu composición cambiara, ahora una válvula en tu cabeza te acompaña gracias a una caída desde la cama.
¡Oh pequeño diamantito, por el fuego has de pasar, el dolor experimentarás, la ruina conocerás!
Una tarde, Alan de 2 años decide ir tras la pista del aleteo incesante de una mariposa… corre y corre entre risas, murmullos y el chasquido de las rocas;allí, detrás de un auto y con mucho sigilo espía a su presa que reposa en el camino.
¡Oh pequeño diamantito, marcha atrás y tus huesitos se hicieron añicos!
Nadie escuchó tus quejidos al gritar, y tu madre despistada no se percató hasta cinco minutos andar.
Medianoche, no más, tu partir ha de llegar… rueda y rueda el arrepentimiento y la sal por las mejillas de tu mamá. Tíos, tías y primos que ni siquiera sabías que tenías, al cielo elevan letanías.
Días y noches han transcurrido y tu delirio se vuelve cada vez más vacío. Hasta ese momento en el que Diosito escondido, decide darte el alivio, diamante en bruto te has convertido.
¡Milagro!, se escucha gritar entre tus familiares, ¡el niño ha resucitado!. Una preciosa joya del desprecio y de la sombra ha emergido.
¡Oh joyita, ahora que si estás vivo, perdona nuestras faltas y devuélvenos el alma!
¡Oh mi pequeña joyita, a partir de hoy has renacido y una alegre vida has recibido!
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