Entonces tomé la decisión de ir… el viaje hacia el punto de encuentro se hizo interminable, no sé si era la ansiedad, la angustia y el nerviosismo propio de la ocasión… Era mi primera salida luego de mi separación, ¿estaba preparado?
Una vez llegado al lugar acordado, un restaurante con una apariencia a casona limeña, con luces tenues y tamaño reducido; ingresé con mucho cuidado con cara de poder manejar bien la situación, sin saber si aquella cita iba a hacerme el honor con su presencia, o si me iría con la satisfacción de al menos haber intentado tener un momento agradable.
─¿Que le puedo ofrecer?─ me abordó el camarero, yo lo miré, y sin revisar la carta me decido por una copa.
─¿Espera a alguien?─ insistió él mientras me sumergía en la enorme carta cubierta de cuero, entendiendo así mi incomodidad con la pregunta y retirándose al compás de la sonrisa de los colegas curiosos que le preguntaban con la mirada si andaba todo bien.
En pocos minutos siento que alguien se aproxima y se detiene muy cerca de mí sin pronunciar palabra alguna… volteo lentamente poniendo mi mejor ángulo como para impactar de manera sorpresiva, y me encuentro nuevamente con el camarero que venía por su revancha, esta vez más decidido a obtener la respuesta y poder retirar de una buena vez el plato y la servilleta en forma de gorrito de fiesta infantil que estaba frente a mí, con la mirada risueña de un colega de camisa blanca, chaleco y corbatín que limpiaba unas copas esperando si de una vez iba a responder si ya estaba consumado el desplante.
─Tráigame por favor la especialidad de la casa, caballero─ bajé nuevamente la mirada a la enorme carta para que no hubiese repregunta.
En pocos minutos llegó mi cita y tal como lo había idealizado, había colmado mis expectativas, se veía muy bien.
Mi vista fue la primera en deleitarse con su presencia, yo trataba de disimular pero era inevitable poner cara de niño al ver su juguete favorito… los cuatro sentidos restantes luego tuvieron el mismo placer que el visual…
Mientras pagaba la cuenta, el camarero (sin mirarme a la cara para hacer méritos y poder ganarse una buena propina) me conversa con un tono animoso…
─Siento que no haya venido su cita.
Mientras yo me alejaba de la mesa decía dentro de mí… sí vino y fue mejor de lo que imaginaba.
Había esperado como cada cierto tiempo mi encuentro con ese deleite de corte de parrilla donde cada bocado y con el tinto adecuado puede hacerte sentir ese regocijo de placeres que te harán tocar el cielo y regresar a la tierra sin que se perturbe el «levitamiento de paladar” como resultado del mejor maridaje del mundo, de mi mundo.
─Buenas noches camarero─ escuché a un caballero de avanzada edad que llegaba solo a la mesa contigua… Estaba claro esa noche alguien más tendría una deliciosa cita en aquel local.
OPINIONES Y COMENTARIOS