«Leche caliente».

«Leche caliente».

isabel centeno

06/09/2020


Todos, estábamos inquietos esperando que nos dieran nuestro desayuno. Cada quien, con un pan blanco recién horneado por mi abuela Ursula, que no podía faltar. Eran grandes, tostados por fuera, suaves por dentro, de color café claro y muy, muy, deliciosos.! 

En nuestras manos el pan, no da tiempo en la ruenda de la espera y nadie se abstiene de darle pequeños mordiscos. Mi mami, apurada, sofocada, se presionaba a tener lista cada porción de leche. Gritabamos tan fuerte que se escucha la algarabía por toda la casa y a los adultos les ofendía, pero de ahí no pasaba nada. Eramos las nietas preferidas por mi bella y amada abuela; la matriarca que governaba aquella gran familia…

Mamá, tomaba dos vasos; uno en cada mano y vaciaba el líquido tan preciado con canela y azúcar de un lado hacia el otro. Lo soplaba con su boca y así lo enfriaba más rápido; esto  lo repetía varias veces para tener mejor resultado.

No podíamos quitar nuestros ojos inquietos del liquido, mirábamos con que destreza tomaba cada porción de leche cuando la vaciaba de un extremo al otro y esta, volaba alto formando un arco blanco y brillante…

No derramaba ni una sola gota en el piso, su experiencia aquí se reflejaba. Mientras, la angustia se hacía más grande y no dejabamos de observar, la estructura de cada objeto que formaba el entorno, color, brillo y hasta cada palmo del cuerpo de quien con tanto amor realizaba esta acción. Pensándolo bien, sería mejor que esto estuviese listo antes de que nos levantaramos. El problema es que para ella, ya hay
mucho trabajo desde muy temprano. Sin mencionar, que al acostarse lo hacía tarde y muy rendida. Es el precio duro de pagar por tener los hijos muy seguidos y tantos…

Nuestros vasos eran de plástico en forma de bota de zapato. A cada quien le compraron de distinto color para evitar confusiones y por ende pleitos entre primos y hermanos. Simplemente, en esta familia todos teníamos nuestros propios enseres de comer ya que éramos muchos. Entre tanto, es una odisea de todos los días a la hora del desayuno.

Cuando por fin todos estamos listos y servidos, nos poníamos hablar sobre lo delicioso que estaba. Describíamos el sabor que tenia, sabiendo que era el mismo de siempre y de nuestras vidas. Mi mamá, seguía siendo igual; paciente para dominar tal rebaño de alborotados niños hambrientos. Ella, nunca viciferaba ninguna palabra grosera al escuchar las ruidosas voces de tantos hijos necios.

Todas las noches, nos acostábamos soñando con el manjar de siempre y no hayamos la hora que amaneciera; para volver al mismo trajín de de siempre, de tomar nuestra leche caliente….

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