Pecado capital

Pecado capital

pablo iglesias

20/08/2020

Calor, humedad, romero. Canela azafrán, azahar. Compila sensaciones albergadas en su memoria. No reconoce la ubicación, pero sabe donde se encuentra.
«¿Estás bien? Menudo susto nos has dado.»
Mañana es el gran día, el renacimiento. Repasa su santuario en busca del acto final, aun no consigue definir lo que quiere, pero sabe que conseguirá, la memoria no tiene pérdida.
Todo lo que merece la pena empieza con una ruptura y nada mejor para romper cadenas, que la evocación de lo común, aquello que todo humano conoce de forma instintiva y que lo intrinca a la verdad de su ser.
El escenario ya está listo. Clavo, cardamomo y canela inundan la entrada. Naranja, bergamota y menta se instalan en el fondo del paladar.
«¡Jamás he probado algo tan complejo!» Idea que repiquetea en lo más íntimo de su cerebro.
Sal, iodo, lima, chile, cilantro, un completo mar mediterráneo en la punta de la lengua, le recuerda los largos estios entre las rocas y la bicicleta.
«¡Casi necesito una ducha!», se dice mientras asoma una sonrisa burlona.

Tierra, calor, otoño. Cada bocado le recuerda su primer amor, jamás otro ser le aporto tanto. Nunca sería quien es sin ella y su compleja esencia, entre lo dulce y lo agrio, entre la sal y el metal.

Chocolate, pimienta, frambuesa. Nadie lo hacía como su madre. El abrigo de un beso suplementado con el alimento del alma.

Sangre, caza, tomillo, ascuas. El humo purifica los sentidos, el fuego redentor aplaca los malos pensamientos. Su padre limpiaba las presas, jamás le dejó su cuchillo.
La vida no fue justa, o eso cree él. Nadie entiende lo que es cohabitar con demasiados, sin el espacio necesario. Los olores aplacan sus instintos, las texturas erizan su sistema nervioso, el calor, el metal, los nervios, la lujuria. Nada será jamás parecido a eso.

Pino y tierra. Sal y mar. Azúcar y harina. Sangre y miedo. Su almacén olfativo describe todo lo sucedido y, a nadie se le escapa, ese fue su mayor error. El ansia de sensaciones, el asedio, la persecución, la vida en el último latido, los trémulos suspiros encaminados a la supervivencia. Esas píldoras hacen que el ruido cese, consiguen que las voces callen.

La emoción, el sudor, la sal. La vida sabe dulce y huele amarga, la muerte es metálica y reconfortante.
«¿Has acabado?» Apuro el vino y listo.

El frío de los grilletes, el silencio de la aguja, la paz infinita.
«¿Algo que decir antes de acabar?»
La vida es una sinfonía de olores y solo los que la entienden, viven de verdad.
«¡Con lo buen niño que era! No ha dejado uno vivo.»

Frío, piedra, humedad todo acaba bajo tierra.

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