Sabor a engaño: «El amor es efímero, pero el herpes es para siempre»

Sabor a engaño: «El amor es efímero, pero el herpes es para siempre»

alberto gallardas

27/07/2020

Señorita, «El amor es efímero, pero el herpes es para siempre», me dijo por teléfono el ginecólogo, con voz meliflua. Luego me explicó que mi novio Marlo me había dejado un «recuerdo» imborrable, en forma de enfermedad venérea, y que lo sentía muchísimo. Me lo soltó a calzón quitado, sin anestesia. Excusando él a otro hombre por teléfono. Intolerable. Sin dar la cara. Engañada y contagiada. Y, de remate, me dijo que MB, amplio apátrida, vividor y mujeriego se iba con Leslie Carón a Estoril, a una Villa de lujo al lado del Casino.

La palabra autopsia vienen del griego y significa » ver por ti misma».

Autópsiate querida: veo por mí misma como me putea éste cerdo. Páter semper incertus. Golfo, si, vale, pero de ahí a dejarte tirada por otra…

Era uno de esos días de ventisca y frío, poco usuales en California; un cuesco huracanado y desangelado, alba gris. Una de ésas mañanas en las que, después de ésta mala noticia, la mejor terapia es auto compadecerte, apalancarte dentro de la funda nórdica, llorar como si no hubiera un mañana, y leer a Sartre con una copa de vino caliente de Macon en las manos, mientras visualizas por la ventana al resto de la Humanidad recitar mantras planaomai de camino al trabajo.

Un día ideal para rascarte el culo, beber Chardonnais, maldecirle en urdu, llorarle y finalmente perdonarle.

Miré por la ventana como el resto de un mundo aúlico lucha contra lo inevitable. Me sentí muy pequeñita, luchando contra los copos de nieve, en un blizzard como en ésas película en blanco y negro con alcorzos de nieve impactando tu cara, rodeada de lobos y paisajes nevados tipo «Dersu Uzala» Дерсу Узала .

¡BASTA! Depresiones, las justas. No, gracias. Soy mujer de verdad, no una de ésas feministas rancias y frustradas, bombas de estrógenos sin desactivar. Yo lucharé. Con la verdad, sin furia, pero con integridad y buen hacer. Y sin perder la sonrisa.

Corté auto lamentaciones y decidí ser mujer de bandera. Me encendí un Chesterfield (pleno sabor de rubio americano) y me gusté al espejo. Inhalé el humo y me salió La Voz.

Metamorfosis a alegre y combativa; así que salté de la cama, llamé a mi abogado para que me recogiera en su lexus negro y le citamos en los juzgados.

Al salir, ya en fase lúcida/ maníaca, le dí un beso sabor nicotina al conserje que le dejó orbitando alrededor de Plutón,

Juzgados de Santa Mónica. Iba a borrarle de su cara esa sonrisa pretenciosa a ése falso galán. Una mierda supernumeraria. Un picaflor. Un chulito de barrio que se pone miel en la punta del prepucio. Un chiquilicuatre con perneras del pantalón en campana.

Me quedé con el sabor agridulce del engaño y la decepción del que fue mí, eso creía, mi gran amor. Sabor de hiel, sabor a nicotina, porque soy ésas mujeres fuertes que fuma y golpea. Sabor a triunfo.

La foto del tortazo fue portada.

   

 

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