Buenos bocados.

Buenos bocados.

Cumplir años siempre ha sido buen motivo para reunirnos.

Parece una cuestión de vida o muerte que todos cocinen algo. A veces pienso que más que compartir, es competir. 

Mi padre cumple 70 años, y preparamos gran fiesta en su honor,  hasta con mariachi.

Está felíz, aunque  vive  con un solo riñón y está casi ciego.

Como en toda familia habemos raros como un

pez globo, locos como un chile y alegres como un durazno maduro y eso sí;  la mayoría somos adictos a la comida.

Sobre la mesada, un pargo enorme, de  ojos frescos, brillantes, la piel suave y las escamas como estalactitas sobre el lomo sedoso y frío , reposa.

También hay una palangana repleta de ostiones que la tía Lupe hace  a la Rockefeller, una receta que dijo,  aprendió en uno de sus viajes a la capital.

No le creímos, sabemos de sobra que vive metida en youtoube .

Todos  van y vienen llevando  fuentes con comida casera.

Pero nadie repara  en Paloma, mi sobrina .

Convengamos que es una chica rara, a veces , queda inmóvil , con los ojos muy abiertos sin saber que hacer.

Se lo pasamos  por alto creyendo que atraviesa una crisis existencial.

Paloma está  garabateando nada más ni nada menos que un plato de su invención.  

 En su mente, oye sonidos que le dan sentido.a su obra, el ruido del tocino sobre la sartén caliente, la danza mágica de las burbujas de la sidra, el chisporroteo del aceite donde  se retuerce una milanesa…

Entrecierra los ojos y puede recordar el impertinente sabor del chile Cascabel sobre la carne  de cerdo, parpadea y viaja hasta el patio de la casa donde las tortillas llenas de manteca suspiran. Levanta sus brazos tratando de alcanzar un trozo de chocolate que la abuela reparte entre los niños y se transforma en una Paloma dueña de si misma que se dirige a la cocina con paso resuelto diciendo con voz alta: – ¡ pásame el queso!-. 

La larga mesa está dispuesta.

Chiles rellenos, cubiertos de una salsa espesa ,formando con  la granada y cilantro la bandera mexicana, platones de frutas , pavo escondido bajo un reboso de mole picante, tacos de barbacoa …

…y un sándwiche de jamón y queso hecho por Paloma.

Mi padre come de todo con agradecimiento ,desconociendo quien hizo tal o cual cosa; pero cuando lleva a la boca un trozo del sandwiche, las lágrimas asoman a sus ojos secos y dice emocionado: – ¡Palomita! -.

La pobre chica sonríe tímidamente y queda roja como un tomate mientras levanta su vaso de horchata que transpira igual o más que ella.

Mi padre ya cansado, se duerme recordando casa bocado, cada sabor nuevo que le despierta el alma, dejándose llevar por la muerte inoportuna que huele a sobras y queso rancio.

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