La ruta del Vino

La ruta del Vino

LA RUTA DEL VINO

Era agosto y sorprendí a mi esposa Mirta llevándola a Mendoza. Tenía que viajar a reunirme con unos clientes y qué mejor que llevar a mi señora para darnos una pequeña luna de miel. Había sido un día bastante agotador, pero a la noche, unos italianos nos invitaron a cenar en una de las bodegas más tradicionales de la bella Mendoza. Debo decirles que el paisaje de esa ciudad es realmente imponente, uno levanta la vista y ve esas montañas nevadas, altas y no puede dejar de extasiarse. Y, capítulo aparte, de pensar lo que hizo nuestro padre de la Patria San Martín al cruzar los Andes: UNA LOCURA.

La bodega elegida era muy pintoresca, con esos toneles enormes y ese olor a madera añejada tan característico. Pocas mesas daban al ambiente un aire de intimidad. Cuando llegó la hora de la verdad, entendí por qué Mendoza es la tierra del vino. Un exquisito vino tinto con frutos rojos fue mi elegido, con un sabor penetrante que era muy agradable al paladar. Empanaditas criollas de entrada, y la comida de moda que querían los italianos: «Carne añejada». Mi mujer me miró con cara de «yo no voy a comer carne podrida», pero la convencí de probarla. Cuando trajeron los platos y la probamos, tengo que admitir que no estaba para nada mal. El pan casero se desarmaba de lo tierno, y la compañía era de lo más agradable. Los distintos vinos que probamos creo que hicieron su efecto, ya que el ambiente estaba «bastante alegre», brindábamos por todo. Las ensaladas variadas eran una exquisita obra de arte, con verduras de huerta orgánica. Entre chistes y anécdotas, fueron pasando las horas, hasta llegar al delicioso postre. Los extranjeros pidieron flan con dulce de leche ¡A todo le ponían dulce de leche! Mirta un cheese cake y yo un rico tiramisú. Cuando llegó la cuenta era mejor no enterarme, ¡por suerte éramos invitados por la empresa! De regreso estaban tocando el piano en el bar del hotel, y nos fuimos los dos a escuchar jazz. Pedimos un café para acompañar esa música bellísima y romántica que inundaba el ambiente a refinamiento, y aproveché que otras parejas bailaban para invitar a mi amada. En ese momento tocaban un tema de Los Plateros, Only You, el tema que bailamos cuando nos conocimos. ¡Cuánto tiempo hacía que no bailábamos así, pegaditos, románticos! Mi esposa estaba bellamente ataviada, feliz, hermosa, y toda para mí. Será por eso que luego de un beso, la llevé a la habitación, para poder terminar esa noche de la mejor manera.

Al otro día, pedimos que nos subieran el desayuno y pudimos disfrutarlo en la intimidad del cuarto. Brindamos con las copas de jugo de naranja y disfrutamos de las delicias que estaban en la mesita.

Fue un viaje inolvidable, por los sabores y la pasión. –

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