AROMA, ALQUIMIA, CURA

AROMA, ALQUIMIA, CURA

Ultreia

02/09/2020

Sentía la boca seca de la ansiedad,
con el regusto metálico de la sangre agolpándose furiosa. La
presión en el pecho era ya de sobras conocida y los latidos
desenfrenados de su corazón retumbaban en sus oídos como fuertes
golpes de tambor. Un tambor atormentado intentando golpe tras golpe
que ese corazón no se parara. Siempre en ese momento era ese su
miedo, que en un último y enloquecido golpe, su corazón dejara de
latir.

Sabía cual era el remedio más rápido
para parar el proceso en el que cada vez se sumergía de forma más
violenta. Había experimentado en multitud de ocasiones como todo el
desasosiego solo se veía reconfortado con la regresión voluntaria a
un tiempo en su niñez. Normalmente resultaba fácil encontrar
innumerables momentos de seguridad y felicidad a los que abandonarse
recuperando la cordura. Pero como en casi todo en la vida había uno
preferido, un momento cargado de todo cuanto necesitaba. No era más
o menos especial que otros, no tenía una carga emocional
manifiestamente importante, sin embargo, era el momento de su niñez
que nunca hubiera querido abandonar.

Mientras subía en el ascensor, e
intentaba razonar con los impulsos de su cuerpo por abandonarse al
caos, quería recordar como había logrado llegar en metro desde el
hospital. ¿Qué pasos la habían llevado en un impulso desesperado
hacia la seguridad de su hogar? ¿Cómo había conseguido mantener
intactas las lágrimas que ahora arrasaban su rostro?

Entró al piso con las manos trémulas
y las llaves repiqueteándole los sesos, dio la vuelta a la llave y
ahogó un primer grito de dolor entre las paredes de aquel sórdido
pasillo. Trastabillando consiguió llegar al baño y cayó al suelo
frío y duro. Sin siquiera levantar la cabeza alcanzó el grifo de la
bañera y lo abrió. El corazón marcando el paso de su desesperanza,
rápida, dolorosa.

Sin esperar a que la bañera se llenara
se abalanzó a su interior dejando que el agua caliente paliara un
ápice su tristeza. Con la ropa mojada y pegada al cuerpo por el agua
que caía con fuerza y se fundía con sus lágrimas desconsoladas se
deshizo de los zapatos y alargando su mano derramó la botella de
jabón. Aquel jabón de baño con olor a inocencia, a niñez. Aquel
olor a días de verano junto a su madre y su padre. Olor a la sal
marina que se deshace en contacto con el jabón en la piel enrojecida
por las horas de sol sobre la arena. Aroma a ducha a media tarde
mientras su padre dormía la siesta y su madre ojeaba una revista
llena de coloridas fotos.

Efluvios recurrentes de cuando y cuan
feliz había sido en aquel momento, en aquella tarde, en aquel
verano. Abrazó su cuerpo fuertemente, el agua seguía cayendo y el
perfume mágico cual pócima milagrosa, como alquímica cura, como si
el aroma del amor a sus padres pudiera llevarse por siempre, o quizás
solo un momento, el miedo a perderse, a darse por perdida.

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