El olor de mis veranos

El olor de mis veranos

Paula Herranz

28/08/2020

Para mí siempre será el olor de mi infancia, porque es el que me acompañó cada verano desde que he tenido uso de razón. De niña abría la puerta de la despensa de la casa del pueblo de mis abuelos y, al meterme en aquella pequeña estancia, el olor a bollería mezclado con el de la madera que predominaba en el habitáculo, inundaba mis fosas nasales. Era adictivo.

Desafortunadamente, ese olor ya no existe. Se ha disipado a causa de la ausencia de mis abuelos. En aquella estrecha despensa, situada bajo las escaleras de una casita que se encuentra en un pequeño pueblo castellanoleonés, ahora se guardan otros alimentos que no generan ningún placer olfativo. Pero, la huella que dejó en mí hace que me trasporte a los desayunos tardíos de verano cada vez lo recuerdo. Esa sensación me llena de calidez y hogar.

Pese a que se haya perdido su esencia característica, sé que por muchos años que pasen ese olor no desparecerá, porque está almacenado en una parte de mi cerebro que permanece enraizada a mis recuerdos. Ahí continúa, guardado en mi despensa particular, pues no hay nada más memorable que un olor.

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