Arepas al carbón

¡Ayyyyyy!, ¿cómo no recordar si aún sigue vivo ese momento en mi memoria? Parece que fue ayer; era una mañana lluviosa y gris, estábamos mi abuela y yo en aquel lugar preferido por ella, la cocina, digo preferido porque allí era feliz preparando los alimentos para los seres que tanto amaba: sus hijos y el abuelo…Aaaaaahh la abuela; esa mujer tierna, amorosa, cariñosa; aún la recuerdo con su mirada apacible y una sonrisa ligera en sus labios, cuánta nostalgia de aquella infancia feliz, cuando visitaba a la abuela los fines de semana; y detrás los sentimientos, un olor, un aroma que me llevan nuevamente a vivir ese episodio de mi vida.

De repente una discusión, ¿qué pasa?, pensé, era apenas una niña de 7 años y aún no comprendía las discusiones entre adultos, o mejor, no quería entender aquella situación. Humberto, así se llama el tío con quien mi abuela discutió aquella mañana fría; en un instante tan fugaz como un rayo, cayó mi abuela al piso; la verdad no sé si fue ficción, realidad o simulacro, lo que sí sé fue que Humberto sobresaltado por el susto, corrió al teléfono, supongo a llamar a algún médico que le ayudase en medio de semejante situación; y yo ahí estupefacta, no recuerdo claramente si me paralicé o quizás sentí temor, ¡ummmmm!, ese momento no lo tengo tan grabado en mi memoria, pero sí tengo presente aquel instante en que mi abuela se desmayó.

Sentimos un olor a quemado, fuimos nuevamente a la cocina y allí estaban las arepas que la abuela asaba para el desayuno, vaya sorpresa la que nos llevamos al verlas carbonizadas; semejante chasco. Nos sentamos alrededor de la mesita, la cual estaba adornada con el mantel a cuadros rojos y amarillos, a reírnos como locas y entre risas y carcajadas en el olvido quedó ese mal momento entre tío y abuela.

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