Miro nuevamente el celular y la remota señal quedaba en espera.

Siempre quiso poder controlar todo lo que se encontraba a sus alrededores: el tiempo, el espacio, las personas. Manipulaba de manera infantil, para que nadie accediera a sus propias contraseñas personales.

Las limitaciones eran heridas viejas y abandonos nunca digeridos, pero en él, predominaba una fe errática en la constancia de la existencia que lo mantenía vivo, actual.

Su cuerpo había estado casi 8 horas esperando con desesperación una respuesta, un mensaje, una publicación, algo que le aportara el toque vital necesario para continuar otras horas más y buscar otra motivación.

Se levantó de la cama y comenzó a caminar con el celular en mano, buscando modificar la señal en una suerte de «antena humana».

Su cuerpo entumecido comenzó a generar ruidos extraños. Sonaban en un acto musical estridente que jamás Ferppie pudo valorar.

Su atención seguía focalizada en las líneas de la señal deseada, sin éxito.

Recorrió los espacios de la casa, su mente seguía obsesionada con la idea de esa línea en una linealidad inexistente, que aportaba una existencia de facto, tan real como el aire para cualquier ser humano.

Tocaron timbre de su apartamento, pero nada importaba, seguro algún cobrador de impuestos o alguien solicitando alimento. Poco importaban para él, los acontecimientos oportunos de la vida circundante. Por una extraña razón mas importante era encontrarse y sentirse fuera de la red.

Observándolo desde afuera, parecía un niño perdido buscando a sus referentes en un Parque. Sabía bien que necesitaba, pero la desolación, la desesperación, la incertidumbre y el vacío se habían adueñado de su ser.

– ¡Maldición! exclamó cuando se tropezó de improviso con la mesa ratona, aquella que su abuelo había diseñado en un tiempo donde la existencia estaba marcada por el ingreso identitario a la clase trabajadora.

Entendiendo en ese tiempo el trabajo, como aporte básico de existencia, acceso al capital y consumo normalizado. Nunca pensó en su abuelo y en la caída que representó la crisis del 2002 para su economía, logrando que en una banca rota anunciada, se quitara la vida para proteger a su familia.

Hoy Ferppie estaba anclado en la espera de volver a la red, esa red de contención efímera que lo mantenía dentro y fuera sin estarlo. Una red de máscaras inesperadas, donde se puede ser aquellos que siempre quisimos ser, decir lo que queremos decir, mientras comemos nachos de plástico tirados en el sofá.

RED: definida para Ferppie como «lugar existencial de contención», el abrazo, el cariño, la respuesta y el reconocimiento jamás alcanzado en la vida terrenal.

Caminaba por el espacio con el celular hacia arriba y se convertía segundo a segundo, en una escena cada vez cómica y cargada de desesperación y dramatismo.

Recordó un momento de su infancia, donde en un almuerzo en el Instituto lo dejaron excluido por la superficialidad de los patrones de belleza imperantes. Ese día pasó toda la tarde observándose en el espejo, sabiendo que esa imagen real no era aceptada en la vida terrenal.

Así fue su primera vez dentro de la red con un perfil falso.

Nicolas Producme, un estudiante de ingeniería de 27 años de edad. Si bien no era el estereotipo de belleza, había podido modificar dos fotos de personas aleatorias, intentado reproducir una imagen que a ojos ajenos pudiera tener el efecto de atracción necesaria para entablar un buen vínculo.

Jamás Ferppie pudo darle la importancia necesaria a todas sus cualidades escondidas: capacidad de diseño de imagen nueva, creación de un perfil con intereses propios, lo cual hablaba de su capacidad de empatía y posibilidad de ver a los demás. No tuvo en cuenta que realizó un pequeño estudio de mercado mental, para saber que tipo de características, eran las mas demandadas a nivel mundial para generar interés y adeptos.

Tampoco quiso visualizar que en esta idea de «pertenecer» a la «red», se encontraba hace años, denotando como un experto analizador de sus partes y expectativas masivas para poder crear un perfil.

La señal seguía sin regresar, Muriel no iba a poder responder, sobre cual era su comida favorita y esa información estaba fuera de su alcance al parecer, y del control de lo acontecido.

Miró con asombro hacia la ventana de su balcón y en el paisaje, los colores del cielo. Fueron unos segundos, muy pocos para toda una vida de oscuridad. Observó nuevamente la señal y la impotencia se comenzó a apoderar de cada una de sus fibras.

Botó el celular al suelo, y con miedo del hecho, corrió a observar si la pantalla se había dañado, pero el alivio sucumbió a tiempo para tranquilizar su espíritu.

Tirado en cuclillas sin saber que mas hacer con esta desavenencia, tomó sus manos en forma de rezo, y comenzó a pedir como plegaria a Dios Tecnológico que devolviera la señal.

Fue el acto mas estúpido y sincero que salió de Ferppie en esas 8 horas de desesperación. Pero fue la única cosa que de alguna manera «mágica» devolvió la señal al celular haciendo que el mismo comience a emitir notificaciones por mensaje recibido.

Ferppie suspiró había vuelto su alma al cuerpo,

– Pizza, respondió Muriel.

FIN

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