Me sumergí con las manos heladas debajo de su chaqueta, esperando que ella se defendiera, pero en respuesta, solo se apretó más contra mí. Toqué su cabello, que era un tabú estricto para los demás, pero ella solo sonrió. Besé su nariz y ella la escondió en mi cuello sin decir una palabra. No respondí sus llamadas, mensajes, sino a cambio. Hubo muchas respuestas. Y gritos, lágrimas, rabietas y silencio. Especialmente su silencio me irritaba. Y luego volví a ella para amarla (o permitirme amarme a mí mismo).

Pero un día se quedó en silencio. Silenciado como nunca antes. Dejó de contestar llamadas, mensajes, no buscó reuniones, borró todos los contactos, borró parte de mí en mí. Y lo que solía ser un tabú para otros se ha convertido en un tabú para mí. Ella era un completo tabú para mí. Ya no me permitiría llamar, escribir, abrazar, tocar su cabello o besar. Ya no se dejaba amar. O se prohibió a sí misma amarme.

Este ya no es solo un juego que perdí. Fue mi vida, la que perdí.

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