A ustedes que viajan conmigo les parecerá una rutina, pero para mí no lo es.  Ese breve instante en que llego a la estación tantas veces al día es único e irrepetible: desde temprano veo a las personas que me esperan presurosas para llegar a algún lugar; veo rostros alegres y otros no tanto, pero son muchos los que esperan mi llegada y eso, acelera mi motor. Transcurre el día y observo madres con sus pequeños, que juguetones corren para subirse en mí, también llevo algunas parejas de enamorados que entre besos y abrazos se pasan las estaciones olvidando su destino, si es que acaso lo llevan! Pero también llevo a quienes me maltratan cuando me encuentran solo, rayando mis paredes, ensuciando mis pisos y dañando mis asientos. A esas personas no puedo dejarlas fuera, aunque me causen mucha tristeza, ellas forman parte del viaje; sólo pienso que no deben ser felices como yo, que tengo la dicha de sentirme querido, valorado y útil cada día, gracias a ese breve instante que observo tantos rostros mirándome y esperándome ansiosos, desde el andén…

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