Observé desde el andén, como el tren estuvo detenido durante quince minutos. Me pregunté por qué no abría las puertas, se llenaba de gente y avanzaba.

Quizás no se atrevía a que le pegara el viento en contra o a que se desatara una tormenta súbita. Tal vez le preocupaban los obstáculos, las curvas, los puentes y cualquier hecho inesperado que alterase el recorrido establecido.

Así como estaba, vacío, empezó a retroceder en forma lenta, buscando un lugar donde poder descansar. Acaso para juntar coraje y retomar la marcha, suponiendo que huir una vez más tendría peores consecuencias que enfrentar el camino.

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