No podía creer lo que vio al encender el computador.

El número de un móvil estaba sobre la foto que hacía unos meses había tomado desde el andén, frente a los vitrales de la avenida: ‘Llama a mi abogado’ –decía– y era el fin. Empezaba el divorcio.

La imagen era hermosa. Ruth había venido por vacaciones a Madrid y lo había llamado; salieron a tomar un café de otoño, a caminar para hablar del nuevo libro, a recordar su amor del pasado y a sentir el que ahora los unía en la red. Cuando contemplaban la joyería, la agarró por la cintura para acercarla a su cuerpo, enfocó la imagen reflejada en la vitrina y mientras la besaba, tomó la fotografía. Su mujer había hallado en el ordenador la prueba irrefutable de la infidelidad. Jamás le contaría que esa tarde Ruth dio por terminada una relación que los lastimaba. Lo llamó para despedirse de manera definitiva y aquel había sido el último beso con el amor de la vida.  

Pero no daría explicaciones, ya tenía bastante con el dolor y con su doble pérdida. Marcó el número y esperó a oír la voz.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus