El nene sabía que ahí no podía ir, el día entero se paseaba por los alrededores de la casa, justo ahí, en las vías del tren. La mayoría de los ocupantes del transporte, lo miraban rondando por el sitio.
Entre las pajas solía tirarse a mirar las nubes pasar, y cuando escuchaba el ruido que venía desde el andén, corría a toda marcha para alcanzarlo, con todas sus fuerzas y con toda su velocidad; en su imaginación él era esa máquina que tiraba vapor; y podía pasarse horas y horas mirándolo pasar. Era su debilidad, se olvidaba de sus quehaceres.
Un día salió a toda velocidad y se tropezó, cayéndose y golpeándose contra una piedra. Inconsciente se queda tirado entre el pajonal.
A lo lejos se escucha:
−¡¡Martín!!¡A comer!
Al no recibir respuesta, la madre desesperada comienza a buscarlo por todos lados, mira y mira, y no lo encuentra; se acerca y pregunta a unos muchachitos que merodeaban por allí, y nada…
Se le ocurre buscar en las vías, justo allí, donde él no podía ir… y no lo encuentra…mirando más de cerca, el tren la lleva puesta…
− ¡Mamá, se enfría la comida! ¿Dónde estás?. Dice Martín al llegar.
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