En el metro,  se sienta a esperar el próximo vagón, coloca su maletín  de trabajo a un lado, observando desde el anden  a su alrededor, no  disimula  su admiración cuando  pasa una mujer  con una hermosa cabellera, y recuerda cuando en su ciudad natal, se puso de moda el robarle el cabello a las damas que se descuidaran en el centro, ¡decadencia de la humanidad! ¡Robando pelos!, pensaba.

Hoy, nostálgico, también viene a su memoria su  ex – esposa,  recordando cuando discutían y el le decía en tono disgustado y burlón – ¡que tenía la cabeza solo para sostenerle el cabello con piojos y no para pensar!, al reclamarle, celosa, que  en su trabajo atendía a  muchas mujeres.

Sale de sus pensamientos cuando ve que se acerca su vagón y estira su brazo para tomar su maletín, asombrado,  busca y no consigue nada, se lo han robado,  aquí también  se están robando cabelleras, las de mis clientes, piensa con tristeza, el estaba seguro de haber  huido  a un lugar donde no sucedían esas cosas.

Ahora, ¿cómo podrá ponerlas hermosas si le han robado sus pelucas?.

De algo si está seguro, la humanidad se encuentra en decadencia, pero bien arreglada.

Ileana

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