Esta es tu habitación. Tiene todo lo que vas a necesitar: una
cama, un armario y una silla. Tampoco cabe nada más. Y el armario en
realidad te sobra. Yo al principio soñaba con tener un escritorio.
Pero los escritorios sirven para escribir y ¿a quién iba a
escribirle yo? (Silencio.) ¿Tú tienes familia? (Silencio.)
Perdona, es que hablo sin pensar. (Silencio.) A partir de
las diez de la noche la luz siempre apagada. Te lo digo porque lo más
seguro es te quedes dormida antes. Acabarás rendida, ya verás. Eso
es una suerte, ¿verdad? Ten cuidado porque para abrir y cerrar la
ventana hay que subirse a la cama y ponerse de puntillas. Bueno, a lo
mejor tú necesitas subir la silla a la cama. (Silencio.)
Igual es mejor que la ventana ni la toques.

El baño está al final del pasillo. En ningún caso puede pasar
que un inquilino necesite entrar y se encuentre con que el baño está
ocupado por ti. Si es por otro inquilino, ya la cosa es diferente. Lo
entiendes, ¿no? La bañera solo podrás usarla cuando no haya nadie
en la casa, que es nunca, ya te lo digo yo. Así que más vale que te
acostumbres a contar solo con lo mínimo. Para todo.

Tú podrás comer cuando ya hayan comido todos y cenar cuando
hayan terminado todos de cenar. El desayuno, nada más levantarte. Un
café y poco más, tampoco te vayas a creer. Aquí, lujos, los
justos. Y procura siempre que nadie te vea. Ser invisible es lo mejor
que te puede pasar.

En la casa hay ocho habitaciones, más la vivienda principal. Y tu
cuarto, claro, pero ese no hace falta limpiarlo. Y luego están el
comedor y la cocina. Hay que barrer y fregar toda la casa y limpiar
el baño cada día. Hacer la colada y tenderla en ese patio. A mí es
el momento que más me gusta, porque el aire es de verdad y además
huele bien. La comida la traen de fuera, así que hay que apañarse
para cocinar con lo que haya. (Silencio.) No pongas esa
cara, mujer, tampoco es para tanto. Al principio se hace un mundo,
pero luego te vas acostumbrando. Al menos no hay niños. (Silencio.)
Ay, perdóname. (Silencio.) Es que la anterior casa en la
que estuve era de niños y todavía no he conseguido sacar sus gritos
de mi cabeza… Tuvieron que mandarme aquí. (Silencio.)
Aquí, mucho mejor. (Silencio.) Pero nada dura para
siempre… (Silencio.)

Está rigurosamente prohibido salir y también hablar con los
inquilinos. Tú, mejor, ni los mires. Ellos tampoco se dirigirán
nunca a ti. Ni siquiera hablan entre ellos. En verdad que está
prohibido todo lo que no sea el trabajo en sí mismo. Pero ya estarás
acostumbrada, ¿no?

Una vez al mes viene el inspector a controlar que está todo bien,
a hacerte el reconocimiento médico y a ponerte la vacuna. No te
preocupes, no suele hacer preguntas. Solo te mira y ya está. Lo
importante es que nadie tenga nada que decir sobre ti. Ni bueno ni
malo, ya sabes. Aquí ser invisible es vital, es el mejor consejo que
te puedo dar. Eso y que tengas todo lo más limpio posible. Sino es
un lío. (Silencio.) ¿Tienes alguna pregunta? (Silencio.)
Aprovecha ahora porque luego no vas a poder preguntarle nada a nadie.
(Silencio.) Y eso sí que se hace duro. Ni preguntar nada ni
contar nada. (Silencio.) Y si no tienes a nadie con quien
hablar es como si desaparecieras, ¿verdad? Y encima haciendo
esfuerzos para ser invisible… (Silencio.) No llores,
mujer. Aquí estarás bien. (Silencio.) La casa es
tranquila… Y a veces pasan cosas buenas, como cuando hay que dar el
relevo y tienes que explicárselo todo a la recién llegada, y
entonces sí que hablas con alguien, como nosotras ahora. (Silencio.)
¿Sabes lo que he hecho alguna vez? Decir alguna palabra, aunque
fuera muy bajito, para escuchar mi voz. Porque a veces he llegado a
pensar que me había quedado muda. O que mis cuerdas vocales ya no
funcionaban. Y que nunca más volvería a hablar. Pero, ¿ves? Luego
no pasa nada. Nos ahogamos en un vaso de agua, ¿verdad? Somos más
fuertes de lo que creemos. (Silencio.)

Si prestas mucha atención, de madrugada, se oye el canto de algún
pájaro. (Silencio.) Cuando estés muy triste merece la pena
hacer el esfuerzo de oírlos, te lo digo yo. (Silencio.)

Bueno, ya dentro de nada van a venir a buscarme. (Silencio.)
Tú tranquila, ya verás que todo irá bien. (Silencio.) Será
mejor que cuando lleguen no nos vean llorando. (Silencio, más
largo que los anteriores.)

¿Te puedo pedir un favor de despedida? (Silencio.) ¿Podrías decir mi nombre?

(Silencio.)

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