El escritor de la calle sin nombre

El escritor de la calle sin nombre

Fernando Murillo

20/05/2019

Confucio dijo en alguna ocasión: «si escoges un trabajo que te guste, no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida». Un gran mentor me lo mencionó también cuando le pregunté si le gustaba su profesión «yo no trabajo hijo, yo disfruto lo que hago». Son las contradicciones y filosofías que me han llevado a escribirlo, ya que al pensarlo no queda inmortalizado.

Me siento de lunes a sábado durante ocho horas frente a un computador, haciendo y recibiendo llamadas de personas con deudas. Mi trabajo es lograr que una persona con escasa economía disminuya sus pendientes de pago, no puedo ayudarles en mucho a menos que desaparezca sus deudas mágicamente. Una mujer de voz jovial me grita e insulta iracunda pensando que yo puedo arreglar su caso y le llamo solo para molestarle, un hombre amable con buenas intenciones me agradece le explique su situación, la mujer de edad avanzada me desea todas las bendiciones de Dios al alargar el plazo en el que puede pagar. Recibo una llamada y pasan cinco, diez, quince minutos en que lleve a cabo mi labor de convencimiento de nueva cuenta. Para agregar negatividades, la empresa tiene un problema de retraso en los pagos y ha pasado incluso un mes en que no vemos incentivos, lo cual, trae problemas en casa y desmotivaciones. Me recuerdo caminando, deprimido, con las manos en los bolsillos después de una discusión con mis padres por la falta de dinero, apunto de renunciar al llegar pero tragándome amarga la tristeza y el dolor por necesidad. Espero que nadie esté pensando “te hubieras ahorrado todo eso si hubieras estudiado”, pues hay personas dentro de la empresa con maestría con el mismo caso. Se nos alienta cuando se realiza el pago con bonificaciones para que no renunciemos los pocos que quedamos. He permanecido por favor personal a un colega y porque el sueldo no es malo, solo el desfase de pagos les afecta demasiado. Claro que para peros y porqués puedo argumentar un sinfín.

Gran cantidad de personas en el mundo piensan que un trabajo donde o no haces nada o no haces mucho es el mejor de todos, sin embargo, no es así, por lo menos para mí no. Es aburrido. Los minutos parecen horas y las horas parecen eternidades; lo cierto de esta situación, tras verlo de forma positiva, es que en los lapsos temporales en que no estoy haciendo más que existir, mi imaginación crea historias de la nada, las cuales escribo al llegar a casa. Una distopía, una utopía, la historia cruda que no a muchos les gustará leer, tantas vidas creé en la imaginación y tantas vidas deseché por no poder darles forma.

Escribo más por amor y pasión que por otras mieles. Mi futuro será vivir en el campo o en algún bosque, solo con lo necesario, cosechando para comer y escribiendo para cosechar. Si lo publico, qué bien, le regalaré una copia a cada persona que de verdad quiera leerla; si alguien lo compra, qué gusto, le compraré una casa a mi madre. Solo habrá donde escribir. comida, alimento para el cuerpo y libros, alimento para la mente, el resto es bienvenido por supuesto, mas no necesario. No es malo tener, lo único que está mal es creer que nos pertenece. Trabajamos para o por tener algo ¿No es así? Un hogar propio, un auto, una televisión, cumplir un sueño pero si nuestros deseos no fueran tener algo ¿Trabajarías? ¿O serías feliz con lo necesario?

Todos los días pienso en ello, quiero y quiero pero ¿Necesito?, Soy feliz escribiendo. Claro que algún día viviré como ya lo mencioné y no, no es deseo solo es que así lo veo. Soy el tipo que escribe mientras escucha música country y piensa que el empleo perfecto es vivir de lo que amas. Por supuesto que, en este instante no es real la forma en que pienso vivir, lo único real son las cuentas que ayudó a pagar en casa y lo que a un chico de diecinueve mantiene atado a un trabajo.

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