Mi cuerpo yacía anestesiado, mientras el ejercía sobre mí las más variadas torturas.

Golpeaba, cortaba, martillaba, aquello era un ruido infernal.

Mi cabeza estaba ya aturdida, los ojos cerrados, el cuerpo inerte.

Yo permanecía inmóvil.

El mientras continuaba con sus minuciosas manos.

Yo sufría en silencio.

Deseando que aquello termine pronto.

El con sus instrumentos volvía hacerme estremecer de terror.

Yo volvía a admirar su perfección.

Deseando que me libere.

Cuando finalmente escucho:

-“Está pronto”.

Me levanto, me acicalo y me despido del dentista hasta nuestra próxima cita.

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