LA HISTORIA SE REPITE.

Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza;……no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia”, esto escribió el periodista Mariano José de Larra en su articulo “El pobrecito hablador”, (Nº.11, Noviembre de 1833), hace casi doscientos años.

Entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé Vuelva usted mañana;…… ¡”ay de aquel mañana que no ha de llegar jamás”! .

(M. José de Larra – 1833).

Eran las nueve de la mañana y las puertas de la Oficina Municipal se abrieron y los contribuyentes empezaron a entrar, casi todos acudían al mostrador de deudas de menor cuantía, (deudas pequeñas…..¡claro que eso de pequeñas!, según para quien; se acercaban uno tras otro al funcionario de turno (que solo atendía durante una hora, siendo relevado por otro), que atendía detrás del mismo mostrador durante otra hora.

El primer ciudadano que había entrado se acercó con intención de dar solución a su problema, no podía pagar aquella cantidad que le pedían en un solo pago, e iba en busca de plazos para pagar.

El funcionario que atendía en ese momento se limitó a exigirle el pago único y ninguna otra solución, tras lo cual se alejó; junto al mostrador había otro funcionario y el ciudadano se acercó a él, deseaba pagar pero necesitaba plazos. Y esta vez acertó, porque Andrés, que así se llamaba quien estaba en ese momento le dio plazos para pagar, solo cuatro meses, pero aquello era la solución buscada.

Todos los días se repetían situaciones similares y siempre era el ciudadano que se acercaba a Andrés quien salía de aquella oficina con una solución válida para su economía. Solo Andrés atendía poniéndose en lugar de los ciudadanos.

Andrés era nuevo allí, el no se limitaba a hacer como los demás, su moralidad y honorabilidad la encontraba en el hecho de solucionar los problemas de los ciudadanos siempre dentro de la ley. No era tan seco o estricto como sus compañeros, pero tampoco lo hacia saltándose ninguna norma o ley legitima.

Unos meses después de su aparición por aquella oficina a la que llego mediante un traslado, el jefe del departamento le llamó para ofrecerle un nuevo puesto de trabajo al que Andrés no se negó, el estaba allí para trabajar donde le pidiesen hacerlo.

Ya en el nuevo departamento en el que no se atendía al publico, le llegó la noticia de que le habían trasladado porque con su extremada atención a los ciudadanos se perdía demasiado tiempo y porque ademas, allí no había que solucionar los problemas los ciudadanos, era la oficina de recaudación y debía limitarse a recaudar sin mas miramientos.

Andrés se sintió manejado y algo desmoralizado, después de un rato superó su enfado consigo mismo y pensó que el era así y le gustaba trabajar así, sintiéndose como cada ciudadano a quien se le ayuda en sus problemas, se decía así mismo que era mejor ser demasiado atento que no como lo eran sus compañeros, de los que pensaba que solían ser injustos con muchos de aquellos a quienes atendía, el se sentía a gusto consigo mismo, se relajó, calmando su enfado y siguió con su trabajo. Había aprendido mucho aquel día pero el seguiría siendo el donde quiera que estuviese.

Una mañana bajo a saludar a sus antiguos compañeros y volvió a sentir que en medio del ruido y las conversaciones, el silencio repetía:“vuelva Vd. mañana”.

Encarna Taberner C.

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