Trabajo: fuerza-por-distancia = desplazamiento

Trabajo: fuerza-por-distancia = desplazamiento

Laura Rodben

25/04/2018

Trabajo y trabajo. “¡Y tú ni trabajas, niña!” Y desde la física es igual a fuerza por distancia y me imagino un desplazamiento. O si regreso a los cursos de economía política, pienso (división del trabajo, especialización, alienación (“tedious, empty, bleak…”)) No, no del todo. “Tienes que tener problemas para que tu cerebro trabaje.” Y, de ahí, la creatividad. Justo ahora: escribir una historia del trabajo. Y elegir escribir sobre el ser extraño que habita tu cuerpo. ¡Una entrevista con algunas de tus voces! Iniciando con una de las preguntas que te hicieron alguna vez y su respuesta:

“¿Y tú cómo te vendes, L.?”

“No me vendo.”

[Que al parecer ese ser está medio trastocado porque le gusta cansarse y apela más al movimiento que al descanso: nada pasa en un universo estático.]

—Sí, pero, siempre y cuando quieras y hagas lo que quieres.

(¿Y por qué no habría de hacerlo? Pregunta de las entrañas.)

—Pues, ¡porque no te pagan por hacer lo que quieres!

—Ya entiendo: trabajo y necesariamente relación con el dinero.

[Que me han dado dinero ya antes por pasar unas horas compartiendo lo que he aprendido. No me molesta; a otros compañeros de trabajo sí, justo antes de la clase: “¡Piensa que es por ese jugosísimo cheque!”].

Diferente percepción, diría ahora: en cuanto a mí, no me interesa hablar como merolico si no logro compartir: provocar un desplazamiento del que me interpela.

(“¡Provocar que le salgan alas y vuele lejos a donde él quiera!”)

—Sí, sí, bueno, el trabajo intelectual tendrá esas ventajas de gratificación no monetaria, pero el trabajo físico con jornadas de sol a sol y diario, diario, diario…

—Ciertamente se pueden pasar diez horas bajo el sol preparando almácigos o camas de cultivo; pero eso no garantiza la alienación: la repetición te deja en un estado de conciencia interesante, como levitativo.

[Inhala, inhala; exhala, exhala; inahala, inhala; exhala, exhala… El paso-de-gato que me enseñó mi abuelo para subir una montaña. (Fuerza por distancia; definitivamente… und non-stopping.)]

Un problema de percepción peyorativa generalizada, me parece, es lo que pasa.

—¿Qué hay de cuando no tienes opción?

—Bueno, alguna vez tuve que estar de bar-tender y la verdad que el mayor problema de lidiar cuando se enfriaba la sopa no me impedía pensar en los patrones de las faldas de algunas elegantes indígenas que pasaban presurosas por los pasillos.

—¡Es que no estabas alienada porque estás loca! ¡Una persona normal, se estresaría!

—Sí, quizá, pero tiene también (aunque acaso no lo sepa) la opción de elegir si se estresa o no. Creen que más fácil (cómodo-comodino) culpar a otro que asumir la responsabilidad de uno mismo.

—¡Bueno, ya! ¡Basta, basta! Ya no quiero hablar contigo porque no llegamos a nada.

—Pues no: la fuerza para cambiar de camino es mucha y no confiamos en ser tan fuertes.

[¡Oh, fuerza por distancia! ¡Atinada definición, querida física! Ojalá se aplique pronto y se aprecie alrededor más desplazamiento.]

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