Ser madre es el trabajo más dificil pero a la vez el más gratificante.

Ser madre es el trabajo más dificil pero a la vez el más gratificante.

YULIEN NUÑEZ

16/04/2018

Hacía varios días que quería hablar con mi hijo. Pero apenas podía verlo despierto. Llegaba tarde del trabajo y él ya estaba dormido. Siempre había sido un buen chico. Pero me habían llamado de la escuela porque al parecer hacía Bulling a otros niños.

Ese domingo decidí tener una conversación seria con él. Ya era un adolescente y tenía que ser consciente de sus actos. Cuando lo levanté en la mañana me miró enojado.

Me habló groseramente.

─ Basta de molestar mamá. ¿Qué haces que no estás en tu jodido trabajo?¿Al fin te han dado un día libre? No molestes. ¡Quiero dormir!

Escucharlo me hizo entender la magnitud de la brecha que se había abierto entre nosotros. Mi hijo había perdido el respeto hacia mí. La conversación que pensaba tener con él. Ahora era impostergable.

Como madre había medido la magnitud del daño causado por mi ausencia. Era mi deber enmendar las cosas antes de que fuera demasiado tarde. Le insistí con delicadeza para que se levantara. No vale ponerse brava cuando somos culpables en gran parte del compartamiento de nuestros hijos.

De malas se sentó en la cama. Yo le hablé francamente.

─ Dime hijo ¿Por qué haces bulling a tus compañeros de clase?

─ ¡Ya te fueron con el chisme! Es sólo a josé. No lo soporto mamá. Siempre está sucio y mal vestido. Además huele fatal.

La falta de humanidad que reflejaba en sus palabras me dejaron helada. Miré su armario con ropas de marca. Su computadora, teléfono, tablet. No le faltaba nada. Por complacer cada uno de sus caprichos .Yo trabajaba cada día de la semana. Descansando a penas unas pocas horas.

Algo debió ver en mi mirada porque me preguntó.

─ ¿Que pasa mamá?

─ Tal vez debí decirte esto hace mucho tiempo. Pero es hora de que lo veas por ti mismo.

─ Le contesté acariciándolo.

Tomé mi coche y conduje con mi hijo hasta los arrabales de la ciudad. Allí en un trailer sucio y maloliente vivía el padre borracho que abusó de mi cuando era niña. Le mostré al hombre barbudo, desaseado. Dormido entre montones de basura y latas de cerveza.

─ ¿Ves esto Luis?. Ese es mi padre. ¡Yo era como José! Él no cuidaba de mí y mi madre me abandonó muy chica.Sufrí hambre. Fui a la escuela con los zapatos rotos. Con vestidos percudidos por que solo podía lavarlos con agua.

Dormía a veces en los parques. Cuando mi padre se emborrachaba me golpeaba. Palpaba mi cuerpo. ¡Yo no quería que me tocara! Nadie me tendió una mano en esos duros momentos.

Cuando cumpli 15 años. Decidí que no seguiría con esa vida. Me fui a la iglesia del pueblo y le pedí ayuda al párraco que me acogió cuando supo mi historia.

Él y su esposa me dieron un trabajo limpiando los pisos, un hogar. Por fin pude dormir en una cama y comer algo caliente cada día.

Con sacrificio ahorré cada centavo para pagar mis estudios de jurisprudencia. No sabes cuantas veces estuve a punto de rendirme.

Cuando conocí a tu padre me convertí en la mujer más feliz del mundo. Pero Dios se lo llevó pronto. No obstante yo juré que te daría todo lo que a mí no me dieron. Es por eso que trabajé noche y día para que tuvieras un futuro.

Al ver en lo que te has convertido hoy. Comprendí que me faltó darte más amor. Me faltó preguntarte como había sido tu día. Me faltó enseñarte las cosas malas que hay en el mundo.

Me faltó decirte que hay niños sin techo y personas sin hogar que no tienen la culpa de vivir así. Por eso te pido perdón hijo mio. Por todo ese tiempo que perdí resolviendo casos y no darme cuenta que perdí el caso más importante en propio hogar. Contigo. ¡Mi tesoro!

Ellos no escogieron esa vida. José no escogió esa vida. ¿Te imaginas si yo te hubiera abandonado como hizo mi madre conmigo?

Ahora serías como José. Con la ropa sucia y los zapatos rotos. Y los otros niños se burlarían de tí. Tu todavía estas a tiempo hijo. Para hacer la diferencia y ayudar a esa gente que tanto lo necesita. Encontrarás una solución. Lo sé.

Mi hijo no dijo nada. A veces es un poco testarudo. Por la expresión de su rostro supe que el mensaje había llegado.

Hablé con mi jefe sobre lo que me estaba pasando y me permitió descansar los fines de semana. Ganaría menos dinero pero podría ver crecer a mi hijo. Dedicarle tiempo y enseñarle cosas. Sobre todo estar ahí para él.

Mi hijo estaba feliz de tenerme en casa. Unos días más tarde lo ví buscando entre sus cajones. Sacó toda la ropa que no se ponía y que todavía estaban buenillas. Los zapatos del año anterior.

─ Mira mamá ─ me dijo. Todo esto es para José.¿ Crees que se pondrá contento?

Me quedé sin palabras. Lo abrazé fuerte contra mi pecho.

─ Claro que sí mi niño. ¡Se pondrá muy feliz!

─ ¡Que bueno! Lo invité a cenar y ya debe estar llegando.

La alegría en los ojos José que estaba viviendo en un home con su madre. Me llenó de gozo y melancolía. No podía parar de llorar. Sobre todo porque había recuperado a mi hijo.

Trabajar noche y día para proveer una mejor vida a nuestros hijos. No es suficiente para convertirlos en hombres y mujeres de bien. Ya sabemos que de buenas intenciones está hecho el camino del infierno. La rebeldía de nuestros niños no se cura solo con palabras.

Ellos necesitan ver la realidad. Saber como es el mundo. La adolescencia es la etapa fundamental en la vida de nuestros hijos. En ese período necesitan consejos y aunque no lo parezca abrazos y mimos de vez en cuando.

Son solo niños aprendiendo a volar y cuando se sienten solos. Pierden el camino. Como nos pasa a nosotros. Los adultos.

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