¡Menudo trabajo! ¿Y estos de qué se quejan?

Se quejan de tener túnel carpiano debido al ordenador, pero acaban convirtiendo en túnel el recorrido burocrático de cualquier cliente, incluso aunque sólo vayan a apuntarse a “tocarpiano”.

Les molesta la espalda de tanto subir y bajar andamios bajo las órdenes de quienes talaron, socavaron y contaminaron la zona que quedaba a las “molestas espaldas” del último pulmón de la ciudad.

Se enfurecen cuando bajan los índices de sus monitores y la rentabilidad cae a una cuarta de lo que antes era un bolsillo lleno y que ahora es una bolsa de primeros auxilios con tres cuartos de ansiolíticos.

Gritan si no tienen éxito en las pantallas y gritan si lo tiene y se gritan entre ellos y, gritando, gripan.

Se hacen policías, bomberos o basureros y acaban: barriendo corruptos, sofocando psicosis, y ¡deteniendo el tráfico para vaciar contenedores!

Enseñan lo que creen que saben y saben que queda mucho por saber, pero no todos saben que los que no aprenden pueden saber mucho de eso que a los que enseñan les queda por saber.

Otros, con sus mejores intenciones meciéndose en las ojeras, curan orejas y alta tensiones; curan corazones y con razones curan penas; curan pulmones, vesículas, huesos, muelas, infecciones, curan la locura… y a quienes ni mueren ni curan… los cura el cura o la acupuntura.

Lo dicho, no tienen ni idea de lo que es trabajar seis días a la semana para lograr coordinarlos. Y el domingo: ¡inventario!, eso sí, en chándal, pero inventando qué les mando para entretenerlos, que si una grieta, una visión, un tsunami, un meteorito, un novedoso espécimen, una lluvia de perseidas, o una rara serendipia.

En fin… si estos supieran el trabajo que tiene ser Dios…

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