GRANOS DE CAFÉ

El ambiente de esta historia trascurre en una población cercana a la acogedora ciudad de Medellín y ubicada en la cima de una de sus imponentes montañas en el Departamento de Antioquia denominada “CONCORDIA.”

Localidad cafetera de 22.000 habitantes aproximadamente, identificada por la calidez de su pueblo, en donde el saludo es parte integral de esa simpatía innata, acompañada por el dibujo de una sonrisa que a la postre alegraban los corazones de sus visitantes.

Ya podremos percibir el entorno arquitectónico de sus casas, espaciosas la mayoría, decoradas con renovados colores y ventanales varios que sobresalían en sus edificaciones, invitando a sus moradores a disfrutar de los acontecimientos externos.

De otra parte prevalecen las calles empinadas, contando desde luego con algunas calles planas, con su Parque, la Iglesia y la Alcaldía circunvecinas que no faltan en nuestras poblaciones colombianas.

La siega de los granos de café como su principal fuente de trabajo acontecía esencialmente en los meses de Septiembre a Noviembre de cada año aproximadamente, sin descartar una pequeña trilla en otra época diferente.

Las alboradas en el tiempo de la cosecha eran recibidas llueve truene o relampaguee, por los recolectores de café día tras día, con la ilusión de obtener el sustento para sus hogares, conformándose grupos entre 4 o 5 personas de ambos sexos provistos de la vestimenta apropiada para esa labor y fundamentalmente por un canasto, un sombrero y botas pantaneras generalmente salpicada por el barro del día anterior.

Su traslado a las fincas lugar de su trabajo era a pie o en vehículos diferentes según las distancias, prevaleciendo las chivas o carros que se identificaban por el desplazamiento de trasportar más de 50 personas y por el número de sus asientos o bancas en las que se acomodaban hasta 10 personas en cada una.

La terminación de esta labor ocurría diariamente entre las cuatro o cinco de la tarde, con sus rostros encajados por su trabajo, sudorosos o empapados por el agua recibida en su labor, ansiosos de llegar a sus hogares para disfrutar de un merecido descanso.

La cancelación de esa labor se hacía cada 8 días, generalmente por el patrón o una persona de su confianza, en un improvisado sitio del Parque o en cualquier lugar sin que generara complicación alguna, reflejando cada persona su satisfacción de obtener los resultados de 8 díasde trabajo.

Los rostros alegres de sus trabajadores contagiaban algunas de sus esposas e hijos con la seguridad de que en los próximos días el abastecimiento en sus hogares se caracterizaría por la fecundidad económica en sus despensas.

Otros manifestaban su satisfacción, colaborando en el aumento de los fondos financieros de los dueños de bares o cantinas que ansiosos esperaban la época de la vendimia, con la complicidad acostumbrada de la presencia del sexo femenino de otros municipios.

Este comportamiento como es natural dejaba al descubierto falencias en sus hogares y pobreza en sus bolsillos, que aumentaban los conflictos hogareños y disminuida la confianza de sus esposas.

Cuando se desgranan los años y no el café vienen las satisfacciones del deber cumplido de una parte, o los remordimientos de haber utilizado equivocadamente, esa pujante juventud de nuestras vidas

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