Te dije que no me pegaras

Te dije que no me pegaras

No, si pega bien fuerte mana. El otro día, el desgraciado me sacó sangre de la rodilla. Agarra el wey y te da con todo. Te pega semejantes patadones que la neta sí te enchilas, pero qué le vas a hacer manita, es el que manda aquí y ni modo de ponérsele al brinco. Yo por eso me la pasé pensando cómo le podía dar en la madre a ese wey. Me cae que con el varo no me iba a poder meter. No, así la tenía pelada porque el vato si algo controla es la feria, así que ni hablar mujer, el wey traía puñal. Y así me la pasé pensando en cómo darle en la madre. Y mientras eso pasaba, pues el wey poniéndome mis madrizas un día sí y el otro también. Ora sí que tengo que reconocer que las madrizas eran parejas, para todas, no había una que se salvara. Le encantaba pegarte en el estómago, porque según el muy cabrón ahí no hacías moretón. El aire te faltaba manita y me cae que costaba un huevo volverse a levantar, sólo para que te pusiera otro putazo. Y así se te iban los días. Había madrizas por no llegar a la cuota, por tardarte más con un cliente, por no avisar en qué hotel andabas y madrizas por cualquier pendejada. Ni madres que te salvabas de una. En fin, como te decía, yo seguía pensando en cómo darle en la madre a este wey, hasta que se me ocurrió cómo hacerle. Este vato siempre andaba vestida de mujer y le encantaba que se la metieran, el muy puto. La neta estaba buenísimo, inyectado por todos lados y con bolas enormes ahí donde a los hombres les gustan. Yo me hice valedora de unos policías que estaban encabronados porque este wey no les pasaba la corta que les tocaba y neta que este negocio hay que andar derecho o si no alguien te chinga, y así pasó. Yo les conté de las mamadas que este wey nos hacía todos los días y los tiras quedaron en ayudarme a cambio de un mes de servicio gratis. Yo no le vi el problema. Entonces, todo quedó arreglado. La transa iba a estar así: uno de los tiras le iba a decir a este wey que, a cambio de la feria que le tenía que dar, quería tirárselo por el gusto de echarse a una vieja tan buena como ella. Sólo eso le pedía y ya no más. Eso sí, pedía que fuera en un hotel fuera la de putas porque tenía que cuidar la reputación. Este wey le preguntó al tira si era quintito y el tira malevo le contestó que sí. Eso prendió a este wey cabrón y lo dejó como gata en celo. Quedaron pues de verse en el cuarto cuatrocientos cuatro del Hotel Condesa a las tres de la tarde de un jueves. Antes de la hora, yo me metí al cuarto y me escondí en el clóset, lista para lo que venía. La neta sí me daba culo, pero ya había estado bueno de tanta pinche chingadera. Llegó el tira y preguntó si estaba ahí. Le dije que sí y me contestó que tranquila, que la cosa iba a salir bien. Cerró las cortinas y yo quedé a contra luz. Eso me ayudó porque así no me veía. Poco después llegó este wey, con los pantalones más entallados que de costumbre, una blusa que sólo le tapaba los pezones y con un pinche perfume que todavía traigo en las narices. El tira, que la neta era medio putón, lo empezó a sabrosear. Este wey comenzó a meter mano y ahí lo pararon. Le dijeron que querían ver más, que se soltara la liga del calzón y que la querían ver en puros cueros. El wey se quedó quieto por unos instantes y le pidió al tira que se acostara en la cama. Le iba a hacer un striptease que nunca iba a olvidar. Y mira que tenía razón el puto éste. El wey se empezó a quitar la ropa poco a poco. Se vio que le costó un huevo quitarse los pantalones, pero sólo en tanga quedó. La blusa pezonera sólo se cayó al suelo, poco a poco. Me cae que este wey sí sabía su chamba. Ya en pura tanga le volvieron a decir que la querían ver en puros cueros. El puto éste se dio la media vuelta, metió la mano derecha a la tanga y de un chingadazo se quitó la liga que le agarraba el pito al culo. Ahí fue donde salí yo manita, el wey éste ni se lo esperaba, salí del clóset con una tijeras de pollero en la mano y le metí un chingadazo seco, de esos de los que se vale sobar, en los huevos. El puto cayó chillando. En eso, el tira le metió una bola de calcetines en el hocico para que no hiciera ruido, le amarró las manos con cinta y lo arrastró hacia la regadera del baño. Yo lo seguí. Así quedaron ante mí sus huevitos y su pito. No te lo voy a negar manita, pero sí me dio frío verlo así, pero la neta me valió madres al acordarme de todo lo que este ojete nos hacía y pues que le agarro el pito y que se lo corto. El muy puto comenzó a gritar, pero con la pelota en el hocico y las manos amarradas, pues no podía hacer mucho. El tira abrió el agua caliente que porque así iba a sufrir menos. A mí la verdad, me valía madres si sufría o no. Yo sólo quería que me dejara en paz. Tiré el pedazo de pito que tenía en las manos en el excusado y le jalé. Después me lavé las manos. Finalmente, el tira me pidió parte de su adelanto y pos ni pedo, a cumplirle. No hay nada como trabajar a gusto ¿O no manita?

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