ESE AGUJERITO EN EL CIELO QUE ME DEVUELVE LA VIDA

ESE AGUJERITO EN EL CIELO QUE ME DEVUELVE LA VIDA

Edgar White

21/03/2018

Hoy de nuevo fue un día nublado, la rutina de la triste historia de un trabajador migrante se repite, siempre es la misma, despertar, meditar unos minutos en la cama, tratar de convencerme a mí mismo sobre la necesidad de salir, de enfrentar un nuevo día para, luchar una batalla nueva en esta guerra contra la marginalidad a la que nos somete la sociedad a los trabajadores migrantes indocumentados en este pais…con pereza y aturdimiento me dirijo al baño, cuando las primeras gotas de agua caen en mí, vuelvo a preguntarme: «tiene sentido la vida???» «vale la pena de nuevo salir a la calle ante un futuro tan incierto???» … ni el agua fría, ni la dura cama en que duermo tienen la respuesta. Salgo del pobre y triste albergue donde me dan refugio por las noches… el día sigue nublado, peor aún, el viento golpea fuerte mi cara, la brisa del cercano mar no es agradable, el frio penetra hasta mis huesos y obliga a mis manos a buscar calor dentro de los bolsillos de mi pantalón …vacíos, sin un centavo, nada más que el ticket gratuito del autobús, el que nos dan a los marginados, a los olvidados por una sociedad consumista y complaciente que se harta y tiene todo de sobra, menos humanidad. El recorrido en el bus es el mismo, nada nuevo, nada distinto, las caras aburridas e indiferentes de las mismas personas tampoco varían el panorama… llega la hora de bajar, con dificultad debido al aturdimiento que sienten mis piernas por el frío y el largo viaje hacen aún más difícil el incorporarme, salto del autobús y camino….

Llego al sitio de siempre, a esa esquina entre la tercera y la calle Delaware, donde muchos otros hombres, trabajadores-jornaleros como yo, nos paramos a esperar la bendición del trabajo del día…dos automóviles pasan, «dos pintores y un jardinero» gritan desde dentro, cinco, seis, siete…todos corremos tras ellos, sabemos que el tiempo es malo, y quizás sea la única oportunidad hoy de trabajar… yo no alcanzo a llegar, mis cuarenta y cinco años encima no me dejan avanzar con la misma celeridad que los trabajadores jovenes, son ellos, los muchachos, veinte años menores que yo, quienes logran subirse…el resto volvemos a nuestra misma posición, y la espera continua, el cielo sigue nublado, algunas gotas de lluvia caen como alfileres puntiagudos sobre mi cabeza, los segundos inexorablemente van convirtiéndose en minutos y estos en horas y finalmente en un día más perdido.Uno tras otro el resto de hombres empiezan a retirarse, algunos cabizbajos por el fracaso del día, otros riéndose resignadamente, con la convicción de volver al día siguiente, a seguir viviendo esta vida de sobrevivencia, sin futuro, esta pesadilla americana. Yo, pienso… mentalmente hago cuentas y memoria sobre las cosas que aun debo pagar en mi país, ensayo nuevas excusas para dar a mis muchos acreedores…la desesperación llega de nuevo, cierro los ojos, rezo, clamo al cielo…y la respuesta deseada no llega…son ya las cuatro de la tarde…un día más que se me va, sin trabajo, y lejos de mi familia, un día más en que debo volver a buscar consuelo u olvido en el sueño en mi dura cama…deseando que el hambre que siento, contribuya para conciliarlo rápidamente, y escapar por unas horas de mi realidad…no hay nada más que hacer, consulto por última vez la hora en mi teléfono móvil, y en él aparece la imagen de mi hijita, sonriéndome, con su mirada llena de pureza y amor…de nuevo alzo mis ojos al cielo… sigue nublado, pero algo es diferente ahora… una pequeña nube se ha movido, y por ella se ha colado un diminuto rayo de sol… imagino que con voz suave y al oído me dice…»mañana será otro día, y aún hay mucho por quien luchar»; Dios siempre es misericordioso y me envía ese pequeño rayo de luz, de sol que calienta mi alma y renueva mis fuerzas, aun en mi día nublado.

Edgar White

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