NARICES ROJAS (1970)

NARICES ROJAS (1970)

Piky A.

14/04/2018

Año 1970, Hospital de Niños de los Socorros»

Regina, observó junto a sus compañeras, la llegada de una ambulancia al viejo hospital donde trabajaba.

La sirena sonaba sin parar en señal de urgencia.

Traían un paciente grave.

Un pequeño de cinco años.

Padecía Leucemia desde los dos.

Lo acompañaban sus padres; Marta y Joaquín.

En sus rostros se notaba desconsuelo y cansancio, lo que daba cuenta de que llevaban mucho tiempo sin dormir…

Ojerosos, con un rictus amargo en sus bocas, ceño fruncido, voces vagas, agobiados y compungidos, su imagen se perdía en la niebla de la desesperanza…

Una vez ingresados, Regina observó como se abrazaban fuerte llorando. Mientras se tomaban de las manos buscaban la mirada de alguien compasivo que les brindase un poco de consuelo.

Pero, todos estaban ocupados corriendo de acá para allá por la llegada del pequeño de ojos cansados y mirada triste. Lo envolvía la palidez característica de las personas con esa dolencia…

Fue llevado al lugar –«Hospital de los Socorros»-, porque disponía de un área de Pediatría Oncológica ,dedicado a niños que necesitaban tratamientos específicos para combatir esa enfermedad.

¡»Nunca un nombre mejor puesto para un lugar»!

La enterneció y emocionó la escena – recordó que su hijo tenía la misma edad –.

Por un momento, olvidó lo que le indicaba su profesión.

“…por su propio bien y el de sus pacientes, las enfermeras, no deben dejarse llevar por sus emociones. Ellas (profesión típicamente femenina para la época), son siempre las primeras en atender a los pacientes, sirviendo como escudo al resto de los trabajadores de la salud”.

Se acercó a los padres.

Los invitó a pasar a una dependencia más tranquila para conversar y ver la manera de ayudarlos…

Les pidió que tomasen asiento.

Luego, ofreció algo de tomar, mientras trataba de explicarles que su niño estaba en el mejor lugar. Y los necesitaba; fuertes, alegres, y con una sonrisa.

Ambos, la miraron atónitos.

Creyó leer en sus miradas un fuerte cuestionamiento:

«¿Ud cree que ante esta situación podemos sonreír…?”.

«¿¡De qué está hablando!?».

Ella continuó su relato haciendo caso omiso:

“El Dr Patch Adams, disfrazado de payaso, está probando tratamientos aplicando la risoterapia. El humor, y la alegría tienen grandes resultados sobre las enfermedades.Comprobó que la risa libera una sustancia que actúa sobre las células enfermas reparáńdolas. La Ciencia Médica no lo ha reconocido, pero yo confío. Nada perderemos con intentarlo”.

Dicho eso, los indagó para saber cómo había comenzado todo.

Lo narraron como si la historia hubiera sido ajena. No la propia:

“hace unos tres años, el pequeño despertó con fiebre, pálido, con malestar y unos puntitos rojos en la piel por todo el cuerpo. Ante esa situación se lo llevó al consultorio del único médico del lugar donde la familia estaba de vacaciones. Apenas lo vio, indicó unos análisis de sangre. La consulta con un hematólogo siguió. Con los resultados en mano, el Diagnóstico fue: «Leucemia» . ¿Cáncer en el niño? –fue la pregunta-. Otra enfermedad podría parecer más normal…pero…: ¿cáncer…?. La noticia fue paralizante. Llegaron las transfusiones de sangre. Por dos años el niño fue «casi normal» . Luego la enfermedad volvió. Y acá está ¡él pobre!, nuevamente internado…».

Luego de escuchar conmovida su relato, Regina volvió a la carga con el tratamiento del Dr. Adams.

Antes, les explicó que; «en su trabajo, las enfermeras eran las que más tiempo pasaban en contacto directo con los pacientes».

Contacto las 24 hs.

Por ese motivo, podían observa detenidamente la excelente relación entre el sentido del humor y la enfermedad. Y el efecto contrario si se mostraban tristes: «cuidadores o familiares».

La escucharon atentos.

Le creyeron.

Los miró y mientras esperaba su respuesta, se abstrajo un momento:

“…las Enfermeras” – por ser la nuestra una “profesión de género” – podemos inferir en el humor de las personas más de lo imaginado. Quizás porque somos madres, y sabemos de la alegría y el sufrimiento. Aún, siendo consideradas; “sexo débil”, somos “las fuertes” a la hora de ponerle el cuerpo a lo que sea. Quizás, por nuestra actitud solidaria ante personas enfermas y desesperanzadas que necesitan de nuestra ayuda profesional. Nuestra función, siempre está basada en: la empatia, la comprensión, las actitudes positivas y el optimismo. Pareciera que por ser mujeres, inspiramos una confianza diferente a la hora del dolor. Irradiamos otro tipo de compasión…”.

Absorta en su pensamiento sobre su juramento , casi había olvidado a los padres.

De repente un toque sobre su hombro la trajo de nuevo al presente.

Dándose la vuela, los miró expectante:

«¿Y…qué haremos…?»

Ellos solo asintieron con sus cabezas sin mediar palabra alguna.

No hizo falta. Sus ojos hablaron por ellos:

«¡Aceptamos su propuesta!»

Así comenzó su osada aventura desafiando a la mismísima ciencia y al protocolo.

Entraron primero los padres a la habitación disfrazados de payasos con sus narices rojas.

Acercándose a la cama -donde reposaba tranquilo como aletargado-, se inclinaron haciendo cientos de monerías y sonidos hasta que despertó.

Los miró asombrado cómo preguntándose: ¿Y éstos dos…?

El niño parecía no entenderlos.

Una mezcla de sensaciones se movieron dentro de su cabecita.

Finalmente optó por reír a carcajadas.

Los tres habían irrumpido en su tristeza con la melodía de sus risas y el rojo de sus narices.

Envueltos en esa fantasía lograron que les regalase una sonrisa.

También tuvo su nariz roja de payaso.

No se la quitó mientras duró la internación.

¡Pronto!, para el asombro de todos, pasó de Cuidados Especiales a una sala común.

De allí a un lugar de juegos con otros niños también enfermos.

Cuando llegó el alta – contra todo pronóstico-, el niño partió recuperado.

Narices rojas sanadoras con un fondo colorido lleno de globos y niños -todos juntos-, formaron una postal superpuesta.

Sus sonrisas atravesaban el cristal de una ventana -aún coloreadas en tonos grises-.

Lo saludaron agitando las manitos abrazados a la esperanza…

“No existen curas mágicas. Existe sentido del Humor. Una forma de sanación ante una cruda realidad…»

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