Siempre me quedo hasta el final. “Dejen que acomode yo las sillas. Me quedó ese TOC de mi trabajo en Mc Donald´s”.

Nadie tiene por qué saber que digo lo mismo en los cinco talleres de escritura a los que asisto en la semana. A los meses abandono y me anoto a nuevos, en igual cantidad. Tampoco se percatan de cómo guardo en mi morral fragmentos descartados u olvidados de los alumnos.

Hace tres años que así mantengo viva a mi culebra: dos huevos de gallina y una ración de palabras ajenas al día.

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