El primero
Llegué la segunda al punto de encuentro, con una maleta y mi torpeza en esto de viajar y congeniar. Siempre había sido de autobús de línea, donde el inconveniente mayor era que el compañero de asiento se apoderara de tu espacio vital y le cogieras una tirria exagerada. El conductor, un cincuentón con buena planta llamado Fernando, se...