Habíamos quedado frente al bar "El Coyote". Juan, el conductor, llegó con su Seat Toledo impecable, acompañado por don Fermín, un hombre mayor con aires de sabelotodo. Me subí junto a Rosario, una señora con un paquete de regalo que decía que era para su hermano.
Todo iba bien hasta que Juan paró en una gasolinera. Rosario sacó unas gafas y un fajo de billetes.
—Hay que pagar al contacto de "Operación Espárrago" al llegar —dijo. Fermín le entregó un sobre, y yo no entendía nada.
Al llegar al pueblo, la plaza estaba vacía.
—¿Dónde está el contacto? —preguntó Rosario.
Juan sonrió.
—Lo habéis tenido al lado todo el camino —dijo mostrando un cuaderno con un espárrago dibujado. Nos quedamos todos boquiabiertos.
—Al menos compartimos la gasolina —rió Rosario. Al final, lo único sin sorpresas fue el precio del viaje.